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Ecosocialismo en América Latina

1 jun. 2017
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Jorge Riechman es un filósofo, ensayista y poeta madrileño. Se ha desempeñado como director del Observatorio de Sostenibilidad en España, ha estado inmerso en muchos proyectos ecologistas y recibió la condición de profesor titular en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). La nueva propuesta de este autor llega a mis manos por intermedio de la editorial latinoamericana Ocean Sur y con un sugerente título: El socialismo puede llegar solo en bicicleta.

Esta singular frase que pronunciara el Secretario de Justicia del gobierno de Salvador Allende, José Antonio Viera-Gallo, es rescatada por Riechman para titular una selección de ensayos sobre ecología política, el ecologismo y el ecosocialismo.

Muchas personas tienen un conocimiento básico de qué es el ecologismo, y qué es el socialismo. Sin embargo, ¿cuál es la relación que existe entre ambos? Los clásicos del socialismo no tocaron a fondo la necesidad de garantizar la preservación de los recursos naturales del planeta ni de evitar la contaminación del medio ambiente. Estos eran problemas que entonces no constituían prioridades.

Después, a finales del siglo XX, cuando se hacía inminente la amenaza del cambio climático y la posibilidad de que la humanidad no sobreviviera más que unos pocos siglos, la desaparición del campo socialista y la supuesta «crisis del marxismo» a escala mundial hicieron que la intelectualidad socialista quedara renegada a un segundo plano, al tiempo que la globalización imperialista hacía todo lo posible por apagar sus voces.

¿Cuáles fueron las alternativas que emergieron desde América Latina como posibles soluciones a la crisis ambiental existente? Desde el «ecologismo social de los pobres» hasta la «ecología política de la pobreza», existen numerosas alternativas que coinciden en que es imprescindible que ocurra un cambio de paradigma ambiental y en que la lógica del capitalismo es incapaz de mitigar el daño que le estamos haciendo hoy al planeta. Es por ello que acercarnos al ecosocialismo es hoy una necesidad.

Entendemos entonces por ecosocialismo, según el propio Jorge Riechman, como una alternativa al orden vigente, al modelo que se ha globalizado en los últimos años y que ha engullido las culturas y los valores de numerosas sociedades. Así, el ecosocialismo lucha por poner límites al antropocentrismo excluyente, a la expansión constante y el crecimiento perpetuo que han caracterizado históricamente al capitalismo y que apuntan hoy a la total destrucción del planeta. Es un pensamiento anticapitalista y por tanto supera a cualquier tipo de reformismo medioambientalista o de capitalismo verde, porque lucha al mismo tiempo por un orden social más justo —e indiscutiblemente, sostenible—; por la transformación del Estado como única vía para rescatar la armonía entre la naturaleza y el hombre; por lograr que la sustentabilidad, la ética revolucionaria, la democracia, la desmercantilización, el ecofeminismo crítico, el bien común, y muchos otros conceptos, primen por sobre la hegemonía del consumo y del occidentalismo; por orientar la economía en función de satisfacer las necesidades humanas y no una mayor acumulación de capital; por una moral igualitaria capaz de derrotar definitivamente al capitalismo.

A partir de la expansión del capitalismo a nivel mundial y, sobre todo, a partir de la explotación de recursos naturales —destacándose el gas natural y el petróleo— el mundo avanza cada vez más hacia niveles de destrucción de la naturaleza tan catastróficos que serán imposibles de revertir. Las grandes compañías petroleras explotan de manera cada vez más eficiente los yacimientos descubiertos, sin tener en cuenta las consecuencias que tiene el uso desmedido de los mencionados recursos.

Por su parte, energéticamente hablando, se podría afirmar que un ciclista es el ser más eficiente de todos los que se mueven. Con el uso de su propia energía, impulsa un vehículo que lo transporta sin necesidad de quemar recursos adicionales, ni emitir gases contaminantes a la atmósfera, ni verse afectado por las alzas o bajas que puede tener el costo del combustible en el mercado mundial, a partir de un nuevo conflicto armado en el Medio Oriente, o del cambio en los intereses geoestratégicos del gobierno de una nación.

Siendo así, cuando vemos una bicicleta no solo estamos en presencia de un medio de transporte —saludable, además— sino, que somos testigos de un símbolo que desafía toda la lógica capitalista. Puede sonar utópico, pero en un mundo donde las grandes transnacionales de la información y las comunicaciones nos imponen modelos de consumo y un estilo de vida ostentoso y lujoso, las bicicletas nos remiten a un modo de vida más económico, independiente y minimalista.

Como afirma Riechman no se trata de declararse ecologistas por consumir solo verduras cultivadas orgánicamente, ni por conducir automóviles con catalizador y que utilicen gasolina sin plomo. No se trata de buscar alternativas —solares, eólicas, hidrológicas— que permitan generar un suministro de energía igual que el que se consume hoy. Se trata de criticar sin tapujos el sistema político, económico y cultural vigente, de luchar por el ahorro de energía y por reducir los niveles de expansión capitalista, de organizar una resistencia colectiva que rescate el vínculo balanceado entre el hombre y la naturaleza.

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