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Fidel Castro y Che Guevara: imágenes que narran su amistad

12 may. 2017
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Tuve la oportunidad de estar aquella tarde en la sala de la UNEAC. Se presentaba Che y Fidel. Imágenes en la memoria, de la editorial Ocean Sur. Al salir, yo y mi hermana nos tomamos una foto con Aleida March. De aquel momento hace hoy un año, mientras que el libro ha pasado de mano en mano de familiares y amigos. Sin duda, es testimonio fiel de la amistad que unió a estos dos grandes hombres del continente americano.

El primero encuentro entre los dos, es descrito por el Che:

Lo conocí en una de esas frías noches de México […] a las pocas horas de la misma noche, en la madrugada, era yo uno de los futuros expedicionarios […].

[…] Hubo quienes estuvieron en prisión 57 días […] con la amenaza perenne de la extradición […] pero en ningún momento perdimos nuestra confianza personal en Fidel Castro. Y es que Fidel tuvo algunos gestos que, casi podríamos decir, comprometía su actitud revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse específicamente micaso: un extranjero, ilegal en México, con toda una serie de cargos encima. Le dije que no debía de manera alguna pararse por mí la Revolución, y que podía dejarme; que yo comprendía la situación y trataría de ir a pelear desde donde me lo mandaran y que el único esfuerzo debía hacerse para que me enviaran a un país cercano y no a la Argentina. También recuerdo la respuesta tajante de Fidel: «Yo no te abandono» […] Esas actitudes personales de Fidel con la gente que aprecia son la clave del fanatismo que crea a su alrededor […].[1]

Desde aquella primera, larga e intensa conversación, Guevara comprendería que aquel abogado era un líder natural, hombre que creía en lo que decía y que cumplía sus promesas.

Las fotos dan cuenta de los días previos en México ante la salida del yate Granma, de los inicios de la vida guerrillera en la Sierra Maestra, al tiempo que se recrean los primeros combates: Alegría de Pío, La Plata, El Uvero. Mientras Fidel se ratificaba como el jefe del Ejército Rebelde, el Che se consolidaba como estratega de la guerra de guerrillas.

Dos años y pocos meses después, en 1959, Che seguía siendo el hombre de confianza de Fidel. En la naciente revolución, desempeñó importantes cargos: dirigió el Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), fue Presidente del Banco Nacional de Cuba, Ministro de Industrias, representó a Cuba en importantes eventos internacionales.

En 1965 el Che partió a otras tierras, pues sentía la necesidad de llevar la revolución a toda América Latina. Con el apoyo de Fidel salió rumbo al Congo, porque «otras tierras del mundo reclamaban el concurso de mis modestos esfuerzos».

En plena gesta congolesa, Fidel se vio obligado a hacer pública su carta de despedida ante los rumores desatados por la ausencia del Che Guevara en el recién conformado Comité Central del Partido. Ante el fracaso inminente de la lucha guerrillera en el Congo, Fidel le insiste para que regrese a Cuba, prometiéndole las condiciones necesarias para preparar la lucha en Bolivia.

Después de unos meses clandestino en Pinar del Río —de los cuáles el libro rescata momentos con su hija Celia, con su esposa Aleida y con otros combatientes—, Guevara llegó a Bolivia. La confirmación de su asesinato, el 9 de octubre de 1967,fue un duro golpe para Fidel: Guevara era, además de su amigo y compañero de lucha, la persona que estaba impulsando el sueño de ambos de una América Latina libre e independiente.

La lealtad que el Che le profesó a Fidel quedó inmortalizada en su carta de despedida: «Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos».

La constancia de esta inigualable amistad aparece reflejada en el libro Che y Fidel. Imágenes en la memoriade la editorial Ocean Sur. En él los lectores, además de disfrutar de una amplia colección fotográfica de momentos épicos, históricos y también íntimos y familiares, encontrarán textos que confirman que a los dos los hermanaban «lazos de otro nombre que no se pueden romper como los nombramientos».



[1]«Una Revolución que comienza», en Obras Escogidas, 1957-1967, t.1, pp. 192-194.

 

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