Los fascistas el 11 de septiembre no solo atacaron al Palacio Presidencial, sino que atacaron también y bombardearon despiadadamente, la residencia del presidente Allende, donde se encontraba su familia. Y fue realmente una gran casualidad que su esposa no encontrara allí también la muerte.
Los familiares nos han narrado el calvario de ese día y los días siguientes, cuando ocultaron al pueblo chileno la muerte del presidente Allende hasta mucho más de 24 horas después de ocurrida. El entierro lo hicieron en riguroso secreto.
Por distintos medios localizaron a la esposa y a una hermana, las condujeron a un aeropuerto militar de Santiago de Chile, y en un avión militar de transporte las transportaron junto al féretro hasta un aeropuerto de Valparaíso, y desde allí —con un extraordinario despliegue de fuerza— hasta un cementerio de esta ciudad, donde estaba la tumba familiar del presidente Allende. Pero en ningún caso dejaron abrir aquel sencillo féretro envuelto con una manta militar. En ningún caso, ni en el avión, ni en el trayecto hasta el cementerio, ni en el cementerio, dejaron que los familiares vieran el cadáver del presidente Allende. ¿Por qué? ¿Qué pretendían ocultar? ¿No es evidente que ellos temían desenmascararse? ¿No es evidente que ellos pretendían ocultar que el cadáver de Allende tenía más de 10 balazos, que el cuerpo de Allende fue acribillado aun después de muerto?
Los fascistas —como ustedes saben— se ensañaron también contra los cubanos, contra nuestra embajada. ¡Y eso no nos deshonra! Malo sería, grave sería que los fascistas se sonrieran con nosotros.
Ese odio fascista demuestra y expresa lo que es Cuba, y ese odio es por algo. Saben de la lealtad de la Revolución, de la firmeza de la Revolución, de la solidaridad de la Revolución con el proceso revolucionario latinoamericano y eso los asusta.
El mismo día 11, alrededor de las 12:00 meridiano nuestra embajada recibió el primer ataque de los fascistas, y alrededor de la media noche recibió el segundo ataque, pero ambos fueron rechazados enérgicamente.
Después de los ataques los fascistas trataban de intimidar a nuestra representación diplomática y amenazaban con que iban a emplear tanques, cañones y aviones; pero nuestros representantes diplomáticos, a unos cuantos generalotes y esbirros que los llamaron por teléfono, invariablemente les decían: «Defenderemos la embajada, que es territorio cubano, hasta el último hombre». Y los fascistas sabían que tenían que matar hasta el último cubano en nuestra embajada. ¡No hubo vacilaciones!
Durante la madrugada del día 12 se dedicaron a realizar disparos esporádicos, pero el ataque final no llegó. Y nuestros compañeros de la embajada regresaron todos al país una vez rotas las relaciones diplomáticas.
De otros cinco cubanos, tres de ellos que ejercían como profesores en las universidades del norte y dos como instructores deportivos, hay noticias de una parte de ellos que están en Argentina, pero todavía no tenemos noticias de dos de los cubanos que trabajaban allí como técnicos.
Pero los fascistas no solo agredieron a nuestra embajada, sino que se comportaron groseramente y maltrataron a los funcionarios diplomáticos de otros países socialistas y maltrataron a otros técnicos socialistas que estaban prestando servicio en aquel país. Y no solo maltrataron a representantes de países socialistas, sino que incluso cometieron todo género de vulgaridades, groserías y maltratos con representantes de otros países capitalistas.
(…)
La conducta ejemplar del presidente Allende destruyó moralmente al fascismo en Chile, porque ellos subestimaron al presidente Allende, ellos creyeron que el presidente Allende tomaría el avión, ellos creyeron que el presidente Allende se sometería a la fuerza. Estaban absolutamente seguros de eso. Y lo que los anonadó, lo que los sacó de quicio, fue la actitud del presidente Allende, su valor, su honor, su heroísmo, su dignidad, su disposición a combatir allí contra todos los tanques y todos los cañones y todos los aviones del mundo, sabiendo que en aquel momento estaba defendiendo una bandera, una causa, aunque esa bandera y esa causa en ese momento luchasen en condiciones muy desfavorables y muy difíciles. Pero él sabía que había que defenderla hasta el precio de la vida.
Y esa fue la actitud de otros combatientes chilenos en Tomás Moro, en las universidades, en las comunas populares; y esa fue la actitud de nuestra representación diplomática, y esa fue la actitud de los tripulantes del barco Playa Larga.
De modo que no le faltaron lecciones, extraordinarias lecciones al fascismo ese día, y que desde ya le dicen la resistencia que se van a encontrar, que desde ya le dicen lo que les espera cuando los pueblos no se dejan oprimir, cuando los pueblos no se dejan intimidar, cuando los hombres y las mujeres están dispuestos a morir.
El temor, el terror, puede intimidar a los cobardes, ¡pero no intimidará jamás a los revolucionarios, y mucho menos a los revolucionarios que luchan por su patria, por su pueblo, por los trabajadores, por los explotados, por los oprimidos; mucho menos jamás a los revolucionarios marxista-leninistas!
(…)
Con el golpe fascista las Fuerzas Armadas chilenas han sellado su destino. Se desenmascararon totalmente. Ahí se pudo ver su «apoliticismo», su «institucionalismo». Lo mantuvieron mientras los intereses de las clases dominantes no estaban amenazados. Pero cuando vieron en peligro los intereses de esa clase, abandonaron el apoliticismo supuesto, el institucionalismo, y se pusieron del lado de los reaccionarios, se pusieron del lado de los explotadores contra el pueblo.
¡Entre el pueblo chileno, es decir, entre lo mejor del pueblo chileno —sus obreros, sus campesinos, sus juventudes combativas— y las Fuerzas Armadas chilenas se abre hoy un profundo e insalvable abismo! ¡Ese abismo es el mar de sangre de obreros, de campesinos, de estudiantes y de revolucionarios fusilados, masacrados y asesinados por las hordas fascistas!
¡Entre las fuerzas armadas fascistas y el pueblo chileno, se abre la sangre insalvable de Salvador Allende y de los hombres que murieron junto a él aquel día!
¡Y hay que decirlo sin temor y sin miedo! ¡Porque el pueblo tendrá que enfrentarse al fascismo, y se enfrentará al fascismo!
Pero la Junta Militar no solo es fascista por sus ideas; lo es también por sus actos. Y los cables nos han traído noticias de fusilamientos masivos de obreros, de bombardeos a universidades, de quemas de libros, de campos de concentración, de atroces actos de terrorismo contra las masas y contra el pueblo. Nos traen noticias de la ilegalización de los partidos políticos, de la disolución de las organizaciones obreras, y nos traen noticias de vejaciones, de crímenes de todo tipo.
Los fascistas no solo asesinan y matan, sino que en los registros de las comunas y de las universidades y de las casas de los revolucionarios, saquean despiadadamente, se roban cuantos objetos encuentran a su paso, se comportan como verdaderos bandidos sedientos de sangre y de dinero.
En el día de hoy llegó la noticia de que el secretario General del Partido Comunista fue arrestado por los esbirros de la junta fascista. Ya sabemos lo que eso significa. Sin la menor duda que a estas horas el dirigente comunista Luis Corvalán está siendo sometido a las más atroces torturas por los fascistas, y que su vida está en peligro.
(…)
Nosotros tuvimos fe, tuvimos confianza en el presidente Allende. Todo nuestro pueblo confió en él. Todo nuestro pueblo estaba íntimamente convencido de su integridad, de su valor, de que sabría morir defendiendo su puesto. ¡Y el presidente Allende no le falló a su pueblo chileno, no le falló a su pueblo cubano!
¡Del mismo modo, el pueblo chileno no le fallará al presidente Allende! ¡Los revolucionarios chilenos no le fallarán al presidente Allende! ¡Y sobre todo, escucharán sus llamados a la unión más estrecha para llevar adelante la lucha libertadora!
¡Y
el pueblo cubano no le fallará a su amigo leal, a su amigo heroico, a su
compañero, a su hermano de lucha, el presidente Allende!
*Fragmento del discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en el acto conmemorativo del XIII aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución, de solidaridad con el heroico pueblo de Chile y de homenaje póstumo al doctor Salvador Allende, efectuado en la Plaza de la Revolución José Martí, La Habana, el 28 de septiembre de 1973.
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