Sociedad

La violencia no tiene género. El género sí tiene violencia

17 ago. 2017
Miguel Lorente
" El posmachismo, es decir, la visión camuflada del machismo, sólo se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el problema les afecte a ellas".

"Los postmachistas nuncan han propuesto nada para acabar con las otras violencias, y tampoco con la violencia que sufren los hombres, que es producida mayoritariamente por otros hombres, no por las mujeres".


Quien no quiere cambiar una realidad ventajosa utiliza una doble estrategia de efecto exponencial, por una parte la niega y por otra la difumina… y entre lo que borra y lo que emborrona permite que la vida continúe en la zona gris y sombría del desconocimiento, para así mantener sus privilegios. Es la forma de no posicionarse frente a una realidad concreta con la apariencia de que se está en contra de ella… 

Imaginen las siguientes respuestas ante las preguntas que se hacen: ¿Qué le parece la guerra de Siria?… Todas las guerras son malas. ¿Qué le parece el problema del SIDA?… Todas las enfermedades son terribles. ¿Qué le parecen las muertes por accidente de tráfico?. Todas las muertes accidentales son tristes… Sería absurdo intentar ocultar una realidad concreta, con sus causas y sus características específicas, en una generalidad con la que comparte el resultado y el marco conceptual, pero que es completamente diferente en sus circunstancias, pues aparte de esconderla no se resolvería jamás…

Pues bien, ante la situación de la violencia de género, con más de 700 mujeres asesinadas por los hombres con quienes compartían su relación en los últimos diez años, y con 600.000 casos de maltrato al año, el posmachismo responde que “todas las violencias son malas”. Algo obvio, y lo hacen porque lo que busca es que no se haga nada contra la violencia que sufren las mujeres, y no al contrario. Pretender presentar sus ataques a las medidas dirigidas a erradicar la violencia de género como una reivindicación para que se adopten medidas contra todas las demás violencias, al tiempo de insinuar que no las hay, es una falacia. 

Y lo es, primero, porque para hacer algo contra otras violencias no exige dejar de hacer contra la violencia que sufren las mujeres, y segundo, porque no proponen nada, sólo que se acabe con la Ley Integral. Ahora bien, no todo puede beneficiarse de esta estrategia del “borrar y emborronar”. Está claro que si alguien intentara negar hoy, por ejemplo, los accidentes de tráfico, los problemas de la situación económica, el envejecimiento de la población… no lo iba a tener fácil, aunque lo intentara. La “estrategia de la negación y confusión” funciona con situaciones estructurales que han formado parte de la “normalidad” histórica de la sociedad, de aquello que se entendía propio de determinadas circunstancias habituales y promovidas desde la misma organización social, y además, funciona cuando a través de esa estrategia se defienden y reivindican determinados valores, no cuando se busca reordenar u organizar de otra manera determinadas cuestiones formales. 

Por eso desde las posiciones clásicas de una sociedad desigual estructurada sobre las referencias masculinas, y asignando a los hombres esa capacidad de interpretar y dar significado a la realidad, y de manera muy especial a la posición, comportamiento, conductas y actitudes de las mujeres, o lo que es lo mismo, desde la desigualdad y el machismo, cuando se habla de violencia de género lo que se pretende es buscar esa confusión esencial para que no haya reacción social ni respuesta institucional ante ella, y así permanecer en esa desigualdad que tanto bien les ha hecho a algunos hombres y tantos privilegios les ha dado a todos.

“La violencia no tiene género” dicen, y es cierto, lo hemos comentado, repetido y escrito multitud de veces, aunque el posmachismo no le interesa mostrar cómo desde la igualdad se rechaza y condena todo tipo de violencias. Algo muy diferente y, precisamente, lo que quieren borrar y emborronar es que “el género sí tiene violencia”. La construcción cultural de lo que significa ser hombre y mujer en cada contexto social, es decir, lo que se espera de cada hombre en cada lugar a través de su comportamiento y actitud, y de cada mujer en esos mismos términos, aquello por lo que los hombres son reconocidos o cuestionados como hombres y las mujeres como mujeres, que es lo que conforma el “género”, es lo que ha atribuido una serie de funciones a los hombres que llevan a decidir qué es lo correcto dentro de sus relaciones de pareja y familia, y a corregirlo cuando se desvía o no se cumple, recurriendo incluso a la violencia, es decir, a la violencia de género. 

Esta construcción cultural aplicada a la sociedad es la que permite decir a las mujeres que sufren la violencia aquello de “mi marido me pega lo normal”, a un arzobispo lo de “cásate y se sumisa”, al Tribunal Supremo sentenciar que “si una violación es habitual, no es violación” o a un grupo musical hacer una canción y un video banalizando el femicidio. Y todo ello, en lugar de dar lugar a una revolución y a la insumisión ciudadana, lo que hace es reforzar esa normalidad construida sobre las referencias de lo que significa ser hombre y ser mujer. Es decir, la construcción de los géneros desde la visión androcéntrica de una cultura desigual basada en la imagen de los hombres. 

Estas circunstancias y características son las que dan lugar la violencia que sufren las mujeres a manos de los hombres en la sociedad y dentro de las relaciones de pareja o familia, o sea, la violencia de género. No a otras violencias, y mucho menos la violencia que sufren los hombres a manos de las mujeres, ni las que padecen los niños y niñas o los ancianos a manos de hombres y mujeres. Nadie dice “mi mujer me pega lo normal”, ni se escriben libros dirigidos a los hombres titulados “cásate y sé sumiso”.

Al posmachismo no le interesa nada de esto, como no lo ha interesado nunca al machismo las violencias que sufrían menores, ancianos y hombres, puesto que respondían a un criterio de “ordeno y mando” impuesto desde su modelo basado en una estructura jerarquizada sobre el poder. Nunca han propuesto nada para acabar con las otras violencias, y tampoco con la violencia que sufren los hombres, que es producida mayoritariamente por otros hombres, no por las mujeres. 

Lo único que plantean es acabar con los instrumentos e iniciativas que la sociedad española se ha dado para acabar con la violencia que sufren las mujeres, especialmente con la llamada Ley Integral contra la Violencia de Género, que recordemos fue aprobada por unanimidad en el Parlamento, lugar donde reside la soberanía popular.

A ellos les da igual, dicen que es inconstitucional, aunque el Tribunal Constitucional ha dicho que es constitucional, dicen que produce el 90% de denuncias falsas, cuando la Fiscalía General del Estado establece que representan el 0’01%, dicen que detienen a los hombres injustamente, cuando en ninguno de sus artículos habla de detenciones tras las denuncia… 

Y callan que el 80% de las mujeres que sufren violencia por sus parejas no denuncia, y que el 80% de las mujeres asesinadas tampoco había denunciado a pesar de que la violencia era tan grave que terminó en el homicidio de la mujer, y que el 20% de las mujeres asesinadas, a pesar de denunciar (algunas hasta 11 veces) no obtuvo una protección suficiente y también fue asesinada. ¿Ustedes creen que todo eso va contra los hombres en general, o lo hace contra los hombres violentos? ¿Ustedes creen que callar ante esta violencia, mirar para otro lado o mezclar todas las violencias para que no ser resuelva ninguna es querer a los hombres? ¿Ustedes creen que establecer medidas para que los hombres violentos no puedan someter, maltratar y poder llegar a matar a las mujeres con las que conviven, y en ocasiones a sus hijos e hijas, es odiar a los hombres?… 

Yo sinceramente creo que no. Creo que acabar con la violencia de género y con las circunstancias que llevan a los hombres a entender que su uso está justificado es querer a los hombres y querer una sociedad donde la convivencia se base en la paz y en el respeto, o lo que es lo mismo, en la Igualdad.

Y todo ello es compatible con el resto de medidas dirigidas a cada violencia,como lo es realizar campañas contra el cáncer de pulmón y otras contra el infarto de miocardio, sin que nadie se sienta discriminado; o como lo es realizar campañas contra los accidentes de tráfico y otras contra la siniestralidad laboral…. 

Nadie se queja de esas iniciativas, el posmachismo, es decir, la visión camuflada del machismo, sólo se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el problema les afecte a ellas. Su visión de la posición que ocupan las mujeres no sólo refleja que no les importan mucho como personas, sino que no las ven como parte de la sociedad, puesto que si se resuelve un problema grave que afecta al 50% de la sociedad, es la propia sociedad la que mejora y gana. Pero ellos como siempre a lo suyo, es decir, sólo a lo suyo…

Tomado de Rebelión
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