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Prólogo a «El compromiso de los inconformes»

15 mar. 2021
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Es privilegio de periodistas contar la historia mientras sucede. Sean pequeños o grandes los acontecimientos, la profesión los ubica en el centro mismo, como protagonistas anónimos de los cambios que día a día moldean un país, el mundo.

Con su labor los reflejan, dan voz a quienes los vivieron, los analizan y hasta lanzan proyecciones futuras sobre su desenvolvimiento; de paso alimentan las leyendas sobre el deber ser del periodismo, alabado y desdeñado casi por igual.

En una época convulsa y en Cuba, una nación que en los últimos 60 años ha sido no pocas veces motivo de titulares internacionales, el ejercicio periodístico adquiere matices singulares, como singular es el esfuerzo de crear un sistema de prensa para el socialismo.

Los estándares de lo que es bueno o malo en cuanto a medios y profesión se refiere, nacieron y se desarrollaron desde una visión capitalista, cuyas lógicas de mercado no son funcionales al empeño cubano, y aun sirven para descalificarlo, como parte también de la lucha de clases.

Enmarcar la vida del periodismo de la isla antes del triunfo revolucionario de 1959 y resaltar de la actualidad solo aquellos exponentes relacionados con medios y campañas contrarias al gobierno, resulta clave en una estrategia que niega los méritos de quienes escogieron el ejercicio ético del periodismo, en medios que son de propiedad social.

Reconocerlo sería como admitir que la alternativa es válida, y esa es una afirmación demasiado peligrosa para el sistema neoliberal.

En ese contexto nace El compromiso de los inconformes, de Liudmila Peña Herrera y Rodolfo Romero Reyes, un libro que viene a dar fe de los buenos exponentes del periodismo cubano hoy, pero que a la vez examina el ejercicio profesional con rigor.

A través de entrevistas a 13 jóvenes profesionales de la nación caribeña, procedentes de distintas partes del país y representantes de medios y estilos diversos, el texto nos invita a adentrarnos en una Cuba que en las últimas dos décadas ha vivido hechos trascendentes como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y la firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo.

Son estos los periodistas a los que les ha tocado contar y analizar las transformaciones en el modelo económico y social cubano, el cambio generacional en la dirección del país y la adopción de una nueva Constitución, al tiempo que, como individuos, tienen dudas, inquietudes, preocupaciones.

No se trata entonces de un acercamiento pueril a profesionales que el público reconoce y admira, aunque ese pudiera ser el pretexto para encontrarnos con su lectura.

En El compromiso de los inconformes cada conversación trasciende el marco de lo personal para abordar el panorama del periodismo de factura nacional, sus aciertos y deficiencias, los temas pendientes y los desafíos a superar. De ahí que no importe por qué caminos lleguemos a este libro: una vez que nos encontremos con él, hallaremos mil razones que lo convierten en necesario y entrañable.

Como todos los buenos textos, tiene la virtud de la metamorfosis, esa capacidad para hacernos disfrutar, aprender, cuestionar, reflexionar y ofrecernos lecturas diferentes, según la persona que se acerque a él y el momento en que lo haga.

Es también un retrato de la sociedad cubana y sus contrastes, donde estudiar una carrera universitaria no es un sueño mediado por la procedencia o las riquezas, pero una vez graduadas algunas personas se ven en la disyuntiva de ejercer lo que aman o moverse a sectores con mejor remuneración.

Precisamente la honestidad es uno de los grandes puntos a favor de este libro, y no solo en las respuestas de los entrevistados, donde se hace evidente la sagacidad de los autores para llegar adonde quieren. Hay honestidad incluso en la sencillez de la estructura de presentación de las entrevistas, que no buscan trascender por la forma, la innovación o las lentejuelas del lenguaje, sino por lo que se dice y quien lo dice; y de esa manera conectan tanto con el público cubano, como con el gremio periodístico en general y aquellos ajenos que deseen conocer.

En el diálogo, los autores logran diluirse y otorgar (como debería ser siempre) el protagonismo a quienes responden, de manera que a veces sentimos que somos nosotros los que preguntamos.

Esa intimidad es igualmente uno de los valores de este libro, que nos habla desde la cercanía, aunque se refiera a asuntos tan complejos como las mediaciones que lastran un mejor ejercicio del periodismo en Cuba hoy, para que sea verdaderamente revolucionario, cuestionador de lo mal hecho y haga de la investigación periodística y la sensibilidad su bandera.

Porque como su nombre lo indica, este es un texto que habla de personas inconformes, de gente que entiende la profesión como una vocación de servicio y, como tal, no duda en emprender día a día una lucha contra los molinos de viento del burocratismo, la desidia y el oportunismo, aunque ello signifique ganarse incomprensiones y enemistades.

Gente a la que no le es ajeno ningún tema, porque en la sociedad estamos todos, porque todas las historias importan y porque el silencio no será nunca la solución; por el contrario, daña el proyecto de país que se han trazado los cubanos.

Ese compromiso con Cuba, con el público, es también una marca de estos profesionales que hablan de aplicar más la ciencia en el sector y de estimular el talento y la creatividad, para que la prensa se llene de colores y matices.

Un compromiso que no se doblega ante la maquinaria que desde Estados Unidos promueve la privatización de los medios, como fórmula mágica de buen periodismo, y que mueve millones para pagar plataformas comunicativas y periodistas, para convertirlos en punta de lanza en su propósito de destruir el sistema socialista.

Este libro nos presenta a 15 jóvenes que persisten en «demostrar la viabilidad del pluralismo de opiniones dentro de una revolución que construye el socialismo», como dijera el periodista e investigador cubano Julio García Luis, y para ello asumen con entereza el reto que esto representa para la voluntad creadora.

Y decimos 15, porque sin duda los autores bien pudieran estar entre los entrevistados, al ser ellos mismos representantes de lo mejor de una generación.

A Liudmila y Rodolfo el agradecimiento por esta obra y la expectativa de que, por el camino del compromiso y la inconformidad, nos lleven a un nuevo encuentro con otras voces de ese periodismo palpitante, que sí existe en la isla.

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