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Nadezhda Krúpskaya

20 oct. 2017
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Hablar de Nadezhda Krúpskaya sin mencionar al que fuera su cónyuge casi nunca ocurre. La mayoría conoce que su vida estuvo ligada a la del brillante líder del proletariado y conductor de la Revolución Rusa Vladímir Ilich Lenin. Sin embargo, muy poco se habla de los logros de Nadia, como también se le conocía. 

Nadezhda fue una joven, venida de una empobrecida familia noble, que luego del fallecimiento del padre y muy a pesar de sus problemas económicos, se las arregló para completar su educación. Concurría a un prestigioso gimnasio femenino de la capital rusa, donde permaneció como profesora hasta 1891.

Su intensa sed de conocimientos la hizo encontrarse con la corriente marxista. Pasó por diversas agrupaciones socialistas tratando de encontrar una actividad revolucionaria que la satisficiese hasta que ingresó en las escuelas dominicales para adultos. Estas, creadas por empresarios liberales para que obreros pudiesen adquirir una educación elemental tras la jornada laboral, constituyeron la pasión de Nadia los siguientes cinco años.

En el otoño de 1895 decidió cambiar de empleo y se hizo copista del departamento de contabilidad de la administración estatal de ferrocarriles. Continuó con sus clases para adultos, que seguía impartiendo tres veces por semana, pero el nuevo trabajo era menos demandante y le permitía dedicarse con más ímpetu a la actividad revolucionaria.

El clima en Rusia estaba cambiando y el circulo marxista al que pertenecía optó por convertirse en una organización mejor estructurada con objetivos a corto plazo. De esta forma el mandato fue la agitación entre los obreros de la capital, animando a la huelga. En este contexto se formó el Grupo para la lucha por la emancipación de la clase obrera, encabezado informalmente por Mártov y Lenin, al cual Nadia conocía desde 1894.

Krúpskaya fue una de las postuladas para la agitación en el distrito obrero de Neva en San Petersburgo. Sus conocimientos de la zona le valieron la confianza de sus compañeros para la tarea, en su mayoría intelectuales, con quienes los obreros preferían no tratar. Sus principales acciones se concentraron en recabar información sobre las fábricas y facilitar el contacto con los trabajadores.

Como consecuencia de delaciones por parte de infiltrados en las fábricas donde realizaba sus acciones revolucionarias, Krúpskaya fue detenida durante aproximadamente ocho meses.

Cuando más tarde se dijo que sería condenada a pasar tres años de exilio interior en el norte de Rusia, acordó con Lenin declarar ante las autoridades que era su novia formal para poder pasar el exilio junto a él.

Tras tres meses de retraso, las autoridades accedieron a la petición de Lenin y Krúpskaya de compartir el exilio, con la condición de que se casasen enseguida.

Precisamente durante su primer exilio escribió su primer libro La mujer trabajadora, donde explica sus conclusiones sobre las condiciones, no siempre óptimas, de las mujeres que laboraban en fábricas y campos. El libro, redactado en lenguaje sencillo, también defendía el carácter liberalizador del trabajo y propugnaba la implantación del socialismo como única manera de acabar definitivamente con la discriminación de la mujer.

En los primeros años de 1900 vivió junto a Lenin en Múnich, Londres y Ginebra. De aquí mantuvo estrechas relaciones con Vera Zasúlich y Yuli Mártov, redactores de Iskra, publicación de la que Krúpskaya se convirtió en secretaria.

El trabajo como secretaria de Iskra demandó bastante de Krúpskaya. Su labor consistió en coordinar su distribución clandestina, tarea bastante subestimada pero sumamente importante para la expansión de las ideas revolucionarias. Su notable organización le valió el respeto de sus camaradas.

Lenin y ella se retiraron de Iskra y fundaron un nuevo periódico (Vperiod) con el apoyo de algunos comités rusos y de emigrados para aglutinar a sus partidarios. Nuevamente fue Krúpskaya la secretaria de la nueva publicación. Justo como en Iskra, quedó encargada de coordinar la distribución, la correspondencia clandestina con los agentes bolcheviques y, además, de obtener financiación.

En 1905 regresó a Rusia pero rápidamente pasó a la clandestinidad y compartió su estancia en territorio finlandés. Durante meses se convirtió en el enlace de Lenin y sus partidarios, a pesar de la vigilancia policial. Sus tareas incluían la coordinación de los camaradas que acudían a la capital desde las provincias o a visitar a Lenin, así como el conseguir documentación falsa y literatura subversiva para su distribución. La más importante, sin embargo, era el control de las finanzas bolcheviques.

Fueron años muy duros los que tuvieron que afrontar Nadezhda y su compañero. Las constantes marchas al exilio, unido a las pugnas y conflictos en la dirección del partido supusieron una carga extra en la preparación de la insurrección. A ello se unió el empeoramiento de su salud que, desde 1913, comenzó a dar muestras de cansancio general, palpitaciones y temblores.

Al estallar la Primera Guerra Mundial el matrimonio debió retirarse nuevamente a Suiza. En este periodo Krupskaya retomó su estudio sobre pedagogía y trató de ponerse al día con las teorías educativas del momento. Al respecto escribió una obra en la que expuso todo su pensamiento sobre el concepto de educación socialista. Defendió la necesidad de la actividad física en las escuelas, la inculcación de una actitud de moralidad hacia el trabajo; al tiempo que criticaba el formalismo y la enseñanza excesivamente teórica.

Luego del triunfo de la revolución en 1917, Krúpskaya volcó todo su tiempo en la instauración de una nueva educación pública socialista. Se debía acabar con el analfabetismo, lograr la emancipación de la mujer, extender la red de bibliotecas, favorecer el movimiento juvenil comunista y la educación continua de los adultos, acabar con la religión y mejorar la propaganda política. Para conseguir tan ambiciosos objetivos, a pesar de su inexperiencia como escritora u oradora, comenzó a publicar.

Su experiencia y conocimiento en educación, además de ser veterana en el Partido, le valieron la jefatura de la sección de educación para adultos de la Comisaría de Educación, dirigida por Anatoli Lunacharski, con el que colaboró estrechamente en favor de la reforma de la instrucción pública.

Durante la época en que trabajó en el ministerio se produjeron considerables avances educativos: entre 1920 y 1940 sesenta millones de adultos aprendieron a leer y a escribir, la red de escuelas primarias se amplió sensiblemente y el número de idiomas con obras publicadas creció hasta los ciento cuatro en 1934.

Encabezó la organización del Sistema Bibliotecario, y contribuyó a la popularización de las bibliotecas y su uso por un amplio sector de la sociedad. Dedicó mucho tiempo al desarrollo de la literatura infantil y a la organización de las bibliotecas escolares, al tiempo que se dedicaba a su propagación por ciudades y pueblos. 

Cuando el 21 de enero de 1924 murió Lenin, Krúpskaya se encontraba junto a su lecho. La pérdida de su compañero y guía político la afectó  profundamente. Sin embargo, su convencimiento de ser quien mejor comprendía las ideas revolucionarias de su cónyuge, la hizo entregarse a la política nacional.

A pesar de sus intentos, la muerte de su esposo y la incesante disputa política confluyeron para deteriorar más su ya precaria salud. Continúo trabajando en la redacción de las memorias de Lenin. Sus posiciones y alegatos, en lo  adelante, sobre todo con respecto al rumbo que tomó la dirección del partido, resultaron alineadas con la corriente mayoritaria. Sus críticas y desavenencias nunca fueron promulgadas públicamente, sino en espacios íntimos dentro de las filas del partido. ?

Para Trotsky, la muerte de Lenin y el comienzo del proceso de burocratización confundieron a Krúpskaya: «su instinto revolucionario entró en conflicto con su espíritu de disciplina». Luego de su muerte en 1939, el también líder de los bolcheviques la recordaría con estas palabras: «Además de ser la esposa de Lenin (…) fue una personalidad destacada por su devoción a la causa, su energía y la pureza de su carácter. Indudablemente fue una mujer inteligente».

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