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Martí en la tierra que lo inspiró*

25 nov. 2020
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José Martí ha servido de inspiración para muchos artistas del mundo, incluidos 20 guatemaltecos que lo plasmaron en grabados, óleos y bajorrelieves.

Integrantes del Sindicato de Trabajadores de las Artes Plásticas de Guatemala reflejaron en sus obras al periodista, al político, al enamorado o al jinete que cabalgó rumbo a su muerte inevitable el 19 de mayo de 1895.

Estos artistas se inspiraron en Martí más de un siglo después que aquel poeta de 24 años encontrara en Guatemala suficientes motivos para describir o mencionar más de un centenar de lugares guatemaltecos, ya fueran espacios físicos o naturales.

En esa tierra bendecida por la naturaleza, escribió su ensayo «Guatemala», el drama indio «Patria y Libertad» y el diario De Izabal a Zacapa. También quiso publicar la Revista Guatemalteca para difundir las riquezas poco conocidas del suelo patrio que acogió al peregrino humilde, como él mismo se autodefinió.

Como «Doctor Torrente» calificaron a Martí guatemaltecos reaccionarios en sueltos que circularon en noviembre de 1877 con la intención de burlarse de sus dotes oratorias.

Aquellos, de quienes ni se recuerda sus nombres, intentaron desprestigiar ante sus discípulos y simpatizantes al que sigue vivo por el alcance de su pensamiento y espíritu.

A nosotros nos gustaría tener a mano la «máquina del tiempo» para escuchar al menos una de sus clases, seguramente alejadas de dogmas, impartidas en la capital guatemalteca.

Los discípulos de la Escuela Normal de Varones le regalaron una leontina a quien confesó que este pueblo lo hizo maestro, labor que él equiparaba a la de creador.

Aquel centro educativo, dirigido por el patriota cubano José María Izaguirre, hoy es un centro de enseñanza media.

Como el más grande que nunca un hombre pudo ver, definió José Martí en su ensayo «Guatemala» al río Dulce, una corriente de 43 kilómetros de largo que abarca desde el lago Izabal hasta el poblado caribeño de Livingston.

El célebre escritor, que a sus 24 años ya había visto el habanero Almendares y sabía por referencias del caudaloso Amazonas, se muestra como el viajero asombrado que a la entrada del río «ve el más solemne espectáculo, la más grandiosa tarde».

Muchos años antes de que los emigrados cubanos en Estados Unidos lo llamaran Apóstol, el mozo curioso navegó por el afluente que describió con «tan altas montañas por ribera, de tan mansa laguna por corriente, de tan menudas ondas, de tantas palomas, de tan soberbios cortinajes de verdura».

Con luz en la frente salió en julio de 1878 de Guatemala. Al joven de entonces el tiempo le alcanzó para saborear una taza de café, detallar la belleza de un volcán, pronunciar un discurso e intercambiar cartas con sus amigos.

Y, por si fuera poco, fue en la capital guatemalteca donde su hijo José Francisco comenzó a crecer en el vientre de Carmen Zayas-Bazán.


*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).

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