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Los sueños propios de CELAC

5 mar. 2024
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Por primera vez en sus 13 años de fundada, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, fue presidida en 2023 por una nación de las Antillas Menores. Fue San Vicente y las Granadinas quien, iniciando marzo de 2024, asumió el reto político y logístico de albergar una cumbre, la etapa superior y final de una presidencia pro témpore en este mecanismo de concertación.

Reto logístico porque se trata de un estado de poco más de 100 mil habitantes en una superficie de menos de 400 kilómetros cuadrados, que tuvo que organizar un evento de alto nivel para delegaciones numerosas de 33 países. De hecho, el evento se realizó en un hotel resort que aún no abría al público hasta fines de mes y que tuvo su estreno con los mandatarios, primeros ministros y demás funcionarios de la región que se dieron citan en Kingstown, la capital sanvicentina.

Reto político porque se trata de un bloque de naciones que se recupera de una parálisis, como resultado del boicot de gobiernos derechistas que asumieron el poder en los últimos años de la década pasada e incidieron en que entre 2018 y hasta finales de 2021 no hubiese consenso para la realización de cumbres ni mucho menos cualquier otra iniciativa menor.

Y es que siempre desde los actores extra regionales que gustan de incidir en los destinos socioeconómicos y políticos de esta región se ha querido reducir el alcance de la CELAC a una asociación izquierdista, cuando desde su creación ha insistido en ser un grupo que, en medio de la diversidad ideológica, articule la voz de un subcontinente que tiene raíces históricas y culturales comunes, abundantes riquezas naturales y capital humano, así como urgencia de trazarse estrategias con las que superar desigualdades y problemáticas estructurales que requieren de unificar esfuerzos.

También en ese período de inactividad, Brasil, por decisión del entonces presidente Jair Bolsonaro, suspendió su participación de la CELAC porque dicha comunidad «no tenía resultados en la defensa de la democracia o en cualquier área. Al contrario, daba protagonismo a regímenes no democráticos como los de Venezuela, Cuba, Nicaragua». Sumado al golpe de estado en Bolivia que sacó del poder a Evo Morales y el sostenido activismo antichavista para derrocar a Nicolás Maduro que polarizaba a la región entre amigos y enemigos de Venezuela, CELAC no lograba recuperar el empuje con el que nació, gracias a la correlación de fuerzas progresistas que a inicios de siglo existía.

El bloque se había institucionalizado en Caracas en 2011, pero se había concebido en cumbres regionales en Brasil y México, poco tiempo antes. Cuba estuvo entre los primeros países en asumir el mando, pero también lo hizo el Chile derechista de Sebastián Piñera. Es decir, en sus inicios, se logró ser consecuentes con la máxima del grupo: la unidad en la diversidad.

Cada reunión de alto nivel resultó multitudinaria, con gran ruido mediático, no exenta de anécdotas que dejaban entrever las rivalidades políticas, como aquella en la que Piñera al entregar en 2013 la presidencia a Raúl Castro le dice: «A usted lo han elegido por un año, no por 50», a lo que Castro le ripostó un año más tarde, regalándole un programa de la Cumbre de La Habana con la frase de su puño y letra: «Me vengué de Piñera», pues daba por terminado su compromiso de liderazgo de CELAC, lo que el mandatario chileno reconoció: «me alegro mucho ser víctima de esta fraternal venganza que honra la palabra y honra también la democracia de nuestra querida CELAC».

Poco tiempo después, pudieron más las diferencias que la unidad. La CELAC no era la única víctima de la arremetida hemisférica contra toda alianza que coqueteara demasiado con el que Washington definiera como eje del mal y que no eran más que los gobiernos con una defensa de la izquierda más radical: Venezuela, Nicaragua y Cuba. Se desarticulaba UNASUR, languidecía MERCOSUR y el ALBA perdía aliados. Amenazaba una alternativa muy de derecha como PROSUR y el Grupo de Lima, que era algo transitorio, sin institucionalizar y con un único y politizado fin antivenezolano, cobraba fuerza en el área.

Vinieron los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández, a revitalizar la CELAC.  Pero México y Argentina son dos de los mayores pesos pesados en América Latina, más allá de sesgos políticos, su fortaleza económica los hace sí o sí relacionarse con todos los socios del área. No es el caso del caribe anglófono siempre más condicionado por su dependencia de grandes potencias: de Reino Unido, por su condición de miembro de la mancomunidad británica, y de Estados Unidos, por su influencia y presiones en el área.

De hecho, en el discurso inaugural de la cumbre en San Vicente y las Granadinas, el primer ministro anfitrión, Ralph Gonsalves, insistió en que su país no acepta presiones externas. «San Vicente y las Granadinas no se vende», «nadie elige a nuestros amigos por nosotros», «nadie nos dice qué hacer», algunas de las frases reiteradas como claro indicio de algún tipo de chantaje previo, dada la organización de este evento y sus asistentes.

Desde los centros mediáticos de poder, el tratamiento fue puntual hacia lo que divide y resta. Que si solo ocho presidentes asistieron o que si todas las miradas en el diferendo Venezuela-Guyana por el Esequibo. Lejos de resaltar la amplia sensibilidad de los asistentes con el drama palestino, buscaron titular que no pudo consensuarse una unánime condena a Israel.

Al poner el número de Jefes de Estado en ocho, desconocen la igualdad de condición de las naciones caribeñas que estuvieron en su inmensa mayoría representados por sus primeros ministros, la máxima figura de gobierno en esas ínsulas. ¿Qué hubo ausencias? Claro y notables, aunque no pueden evaluarse con un mismo prisma. Porque una cosa es la inasistencia de López Obrador que en seis años de gobierno apenas si ha abandonado su territorio y le ha dejado toda el asunto de política exterior y foros internacionales a su canciller, y otra muy distinta la no presencia de Javier Milei, al que hay que agradecerle que al menos no le haya dado la perreta de retirarse del organismo, como hizo con los BRICS.

Lejos de restar, Luis Inacio Lula Da Silva marcó el regreso de Brasil a esta asociación con la convicción de que «para lograr el desarrollo cada uno de nuestros países debe verse los unos a los otros con sus mismos ojos y no con el prisma de los países centrales». La defensa de una agenda propia y una visión unificada fue el reclamo de Lula en pos de la multipolaridad.

Lo que sí fue un indicador de respaldo y confianza en la importancia de este bloque es la participación de António Guterres, que además de estar, elogió el trabajo sanvicentino al frente del mecanismo y sobre todo, el compromiso con la paz de los 33 miembros de la CELAC. En Kingstown hubo un alto en los debates para conmemorar los diez años de lo que es el mayor hito de esta comunidad de estados: la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz. «Estamos en un continente de paz, en un mundo de guerra», así iniciaba Guterres sus palabras en el cónclave donde invitó a todos a preservar ese bien en medio de conflictos internos aún presentes que buscan potenciar el diálogo por encima de la violencia, como el caso colombiano y más recientemente, las tensiones entre Venezuela y Guyana por reivindicaciones territoriales. El Secretario General de la ONU alertó sobre dos focos desestabilizadores en la región a los que prestar atención con urgencia: Haití y Ecuador.

La cumbre terminó con una declaración final de un centenar de párrafos y varias declaraciones especiales. Temas otras veces abordados y que son causa común para esta parte del mundo se reiteraron: la condena al bloqueo estadounidense contra Cuba, la soberanía argentina de las Malvinas, la descolonización de Puerto Rico, las compensaciones por la esclavitud a las naciones caribeñas, la condena al terrorismo en todas sus formas, la superación de la pobreza y el compromiso con la igualdad de género.

Hubo otros asuntos no escritos sobre el papel pero que resultaron planteamientos de trascendencia como la idea del presidente Gustavo Petro de una alianza militar del sur que pudiera abarcar también a África, o la necesidad de una secretaría permanente para CELAC que permita dar curso a los compromisos entre cumbre y cumbre.

Sigue estando pendiente para este foro pasar del discurso político a la acción, para que los más de 600 millones de habitantes representados en esta comunidad sientan que no solo se identifican las causas de los males que los aquejan, sino que se solucionan o encaminan hacia una solución. Hay iniciativas ya esbozadas que bien podrían hacer la diferencia, como el Fondo de Adaptación Climática y Respuesta Integral a Desastres Naturales, y la Agencia de Medicamentos de Latinoamérica y el Caribe. Ambos destacan entre los planes de sostenibilidad y autosuficiencia en materia climática y sanitaria, que aspiran a extenderse en matera alimentaria, industrial y de ciencia y tecnología.

La proyección en el tiempo del mecanismo es otro elemento a su favor para configurar su gestión. Ahora Honduras asumió el liderazgo que cederá en 2025 a Colombia, con lo que se augura más protagonismo de CELAC a lo interno de sus miembros, pero también en su relacionamiento con socios foráneos con los que desde el principio mantiene un diálogo de alto nivel: la Unión Europea y China. El gran salto que se demanda es pasar de la concertación a la verdadera integración, sobre todo en materia económica, blindarse como región y funcionar como una comunidad.

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