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Los pilares de la “Doctrina Biden”: ¿Cómo la política interna se convierte en política exterior?

15 feb. 2021
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El pasado 4 de febrero, el mandatario estadounidense Joe Biden visitó el Departamento de Estado para realizar una intervención sobre las proyecciones de la política exterior estadounidense. Ese propio día, su asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan en una conferencia de prensa desde la Casa Blanca también explicó las prioridades de Estados Unidos en el escenario internacional. El análisis integral de ambas intervenciones, nos conducen a lo que podrían calificarse como los pilares de la “Doctrina Biden”.

Según las declaraciones de Sullivan, el objetivo fundamental de Washington es establecer una “posición de fortaleza” a escala global. Esta afirmación parte del presupuesto y reconocimiento implícito que Estados Unidos transita por un proceso de declive que tiene su expresión en dos dimensiones: hacia lo interno de la sociedad estadounidense con las múltiples crisis y a nivel internacional a partir de sus limitaciones para manejar los crecientes retos que está enfrentando.

El propio asesor de Seguridad Nacional, dejó entrever que llegar a esa posición de fortaleza es una condición necesaria para lidiar en mejores condiciones y de manera efectiva con la llamada competencia entre las grandes potencias y las amenazas transnacionales. Dentro de esta visión geopolítica, visualizan como principal desafío estratégico a China que la consideran un competidor en los dominios económico, diplomático, tecnológico, así como en materia de defensa y seguridad.

Este enfoque está insertado dentro de la visión tradicional estadounidense de la disputa entre los centros de poder global en una suerte de nueva “Guerra Fría”, lo que sin lugar a dudas constituye una continuidad con la proyección estratégica que promovió el gobierno de Trump. El equipo de Biden no puede sustraerse de la realidad de un mundo más competitivo, inseguro, con altos niveles de incertidumbre y donde Estados Unidos progresivamente disminuye su liderazgo ante el posicionamiento de Beijing y Moscú.

Lo más novedoso y significativo en la nueva concepción de la política exterior y seguridad nacional que comienza a delinear la Administración Biden, se encuentra en el punto de partida y las premisas que tendrán en cuenta para renovar el llamado “liderazgo americano”. El mandatario estadounidense en su discurso enfatizó que no existen fronteras claras entre la política exterior y la política doméstica argumentando que resulta esencial e imprescindible para la proyección internacional de Estados Unidos la recuperación económica.

A partir de esta lógica, Biden planteó: “cada acción que despleguemos en nuestra comportamiento hacia el mundo, debemos hacerla teniendo presente a las familias trabajadoras estadounidenses”. Al margen del componente retórico que puedan tener estos pronunciamientos, el elemento fundamental es que más allá de las consideraciones ideológicas, políticas y las percepciones sobre los países calificados como adversarios, este gobierno establecerá como prioridad en su política exterior el aprovechamiento de oportunidades en determinadas naciones y regiones para el mejoramiento de su economía.

Este entrecruzamiento de la política interna con la exterior, incorporará con fuerza en la proyección de Washington un pragmatismo que conducirá a evaluar cómo determinados países pueden contribuir a dos objetivos estratégicos: la generación de empleos para Estados Unidos a través del comercio internacional e incrementar los mercados para la exportación de bienes y servicios.

En su intervención, Sullivan señaló: “todo lo que hagamos en política exterior y seguridad nacional será medido por una métrica básica: ¿está siendo nuestra vida mejor, más segura y más fácil para nuestras familias trabajadoras?. Por supuesto, eso significa un enfoque diferente en nuestra política comercial. No estamos tratando de que el mundo sea más seguro para las inversiones multinacionales. Estamos tratando de crear más trabajo e incrementar los ingresos en Estados Unidos”. Precisó que estos conceptos serán un “principio organizacional” para la política exterior.

En este contexto, tanto el mandatario como su Asesor de Seguridad Nacional reconocieron que se enfrentan a serios desafíos internos como: la crisis económica, la pandemia, el racismo sistémico y el incremento de los movimientos supremacistas de extrema derecha. Sobre este último aspecto, Sullivan precisó que ya habían comenzado una “intensa revisión de las estrategias y recursos disponibles para enfrentar el extremismo violento doméstico”.

Todas estas problemáticas que constituyen temas de la agenda de política interna, se convierten en serios obstáculos para el cumplimiento de los objetivos de la política exterior estadounidense. Por esta razón, el gobierno de Biden ha establecido como piedra angular de su proyección internacional la recuperación interna que abarca desde la economía hasta los grupos de odio que, sin lugar a dudas, han socavado los pilares de la denominada democracia americana con su consiguiente afectación para su credibilidad a nivel mundial.

Atendiendo a las características y complejidades del escenario actual, ambas intervenciones fueron explícitas en destacar que la orientación de la política exterior de esta Administración descansará en seis pilares fundamentales:

1) La diplomacia se convertirá en el elemento central de la proyección externa partiendo de un principio básico: Estados Unidos no está en condiciones de enfrentar los desafíos globales por sí mismos, solo es posible solucionarlos a través de la cooperación con el resto de las naciones. Biden planteó: “debemos atraer a nuestros adversarios y competidores diplomáticamente, cuando sea de nuestro interés y contribuya a que avance la seguridad del pueblo americano”. Esta concepción en la práctica promueve la conjugación de la confrontación con la cooperación hacia naciones consideradas adversarias.

2) Recuperar la economía a través de la implementación inmediata del “Plan para el Rescate Americano”. Sobre este aspecto, Sullivan dijo: “este plan no es solo una cuestión de política económica, es también un asunto de seguridad nacional”. Las capacidades para el empleo efectivo de los instrumentos del poderío nacional estadounidense en el contexto internacional, estarán condicionadas por la dinámica económica interna de una forma tal que quizás no tenga precedentes en ese país.

3) Revitalizar las alianzas de Estados Unidos con sus aliados y socios de Europa y Asia, lo que implica un proceso de reconstrucción de la confianza. En los primeros días de este gobierno, tanto Biden, Jake Sullivan como Anthony Blinken han desplegado una ofensiva diplomática comunicándose con sus contrapartes de mayor prioridad. Recomponer el sistema de alianzas resulta clave ante la fragilidad demostrada ante una pandemia como la COVID – 19 y por las oportunidades que representan estas fisuras para China y Rusia.

4) Reincorporación a las instituciones multilaterales claves y acuerdos internacionales, lo que es vital para sus pretensiones de liderar el enfrentamiento coordinado a los principales desafíos globales.

5) Promover los denominados valores estadounidenses a escala global, lo que implica posicionar el tema de los derechos humanos como una prioridad en su agenda internacional.

6) Redimensionar el papel de las Fuerzas Armadas para que su actuación sea consistente con las prioridades diplomáticas y de seguridad nacional estadounidenses. Biden planteó que se comenzaría de inmediato la revisión de la “Postura Global” que implica un proceso de análisis de alcance estratégico para determinar cómo será el posicionamiento, despliegue y capacidades del poder militar estadounidense a nivel internacional.

Los pilares de la “Doctrina Biden” esencialmente constituyen una versión en tiempos de pandemia del llamado “poder inteligente” desplegado con intensidad durante la era Obama. No obstante, el mundo en tan solo cuatro años ha experimentado cambios acelerados y la realidad estadounidense está develando con mayor crudeza sus graves problemas estructurales acumulados durante varios años. Por lo tanto, cualquier concepción de política exterior que se implemente en estos momentos tendrá que enfrentar la difícil prueba de un contexto global incierto debido a que nadie está en condiciones de anticipar cuáles serán sus tendencias principales en el futuro postpandemia.

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