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Los fundamentos de la filosofía «Boltonaro»

10 dic. 2018
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El reciente encuentro entre Jair Bolsonaro y John Bolton no puede interpretarse como un simple intercambio de ideas sobre temas internacionales de interés común, sino que constituyó una reunión sustantiva que permitió coordinar cómo el presidente electo de Brasil debe implementar los intereses de Washington en América Latina y el Caribe. Bolton ha declarado públicamente que la prioridad es «eliminar la troika de la tiranía», lo que significa en términos prácticos desplegar una ofensiva para acelerar los planes de «cambio de régimen» contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Esta invención de Bolton no es novedosa, sino que es una especie de reciclaje de los tiempos de W Bush cuando su pérfida creatividad ideó la denominada lista de países «Más allá del Eje del Mal” y los calificados como «Estados villanos». En esta ocasión, solamente ha cambiado la metáfora política pero lo más peligroso es que está enfocando con claridad que estos tres países constituyen una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, cuestión que aunque es una manipulación es altamente sensible por sus eventuales implicaciones.

Durante una conferencia en Washington el pasado 4 de diciembre planteó: «Tenemos que enfrentarnos a esos regímenes y liberar a su gente». En sus declaraciones se percibe sentido de urgencia y necesidad de actuar, lo que constituye una evidencia de que están en el medio de una fuerte escalada dirigida por un personaje como Bolton con obsesiones políticas condicionadas por una visión del mundo profundamente extremista, fundamentalista y conservadora. Él representa lo peor del pensamiento neoconservador en Estados Unidos.

Si pretendemos ir más allá de sus pronunciamientos para estar en condiciones de establecer hasta dónde es capaz de llegar con sus obsesiones, es necesario explicar cuáles son las ideas y concepciones en las que John Bolton cree fervientemente, lo que constituyen las principales tesis filosóficas del neoconservadurismo:

-  Existencia de una élite natural destinada a gobernar: defiende que existe un grupo de personas llamada a dominar al resto de los seres humanos. Considera que los individuos ni nacen libres, ni son iguales, pues la condición natural humana no es la libertad sino la subordinación.

 

-  El engaño como norma eficiente para el ejercicio del poder: refiere que la sociedad necesita que le cuenten mentiras reconfortantes. Señala que la mentira es una necesidad de la élite para protegerse de las posibles represalias de las minorías.

 

-  Necesidad de la guerra perpetua: se basa en el principio de que si no existe una amenaza hay que fabricarla. Considera que la estabilidad de un régimen político se garantiza si existe una amenaza externa debido a que la humanidad necesita ser gobernada, pero tal gobernabilidad solo puede establecerse si el pueblo está unido, y solo se puede unir contra otro pueblo.

Estos fundamentos filosóficos constituyen la base del perfil político de Bolton, quien fue uno de los principales ideólogos de la denominada Doctrina Bush y promovió activamente la guerra contra el terrorismo, las concepciones del cambio de régimen, y especialmente, los ataques preventivos y la fabricación de amenazas. Su especialidad es inventar enemigos, elaborar listas y presentar pretextos para crear las condiciones necesarias que permitan la desestabilización de naciones, la ocurrencia de conflictos y el empleo de los instrumentos del denominado «poder duro», es decir, la coerción económica y la fuerza militar.

Podría afirmarse con certeza que Bolton en el encuentro con Bolsonaro no se limitó a explicarle solamente cómo articular el plan de Washington contra América Latina y el Caribe, sino que le mostró su concepción del mundo que está alineada con la visión del presidente electo de Brasil dando muestras que entre ambos existe una afinidad ideológica que podría sintetizar lo peor del pensamiento de cada uno, es decir, la filosofía «Boltonaro».

Al final de la reunión, Bolton premió a Bolsonaro con la confirmación de que Trump estaría en su toma de posesión el 1 de enero del 2019 y el mandatario electo entusiasmado se comprometió a visitar la caótica Trumpilandia para recibir más lecciones de primera mano de cómo desestabilizar y promover la inseguridad en Nuestra América.
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