Contrapunteo

La oratoria y gestión petrista en la mira colombiana y global

18 oct. 2023
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Ser máxima cabeza de estado en cualquier lugar, es estar todo el tiempo en el centro del escrutinio público. El presidente colombiano Gustavo Petro sabe de eso y también ha demostrado capacidad de sortear los ataques que, en su caso, son redoblados, teniendo en cuenta, que la izquierda y cualquier relación con movimientos guerrilleros en Colombia tienen un costo social y político altísimo.

Este político experimentado, acaba de medir sus fuerzas en una convocatoria popular nacional. Es una fórmula que ha repetido otras veces porque la práctica dice que hay que tomarle el pulso al sentir de las calles para saber si se va por buen rumbo, porque es más factible explicarle a la gente, con comunicación política directa y sin mediaciones, lo que se hace y se quiere hacer en un corto y mediano plazo, porque hay que aclarar los temas enrarecidos, que en Colombia suelen ser casi todos, porque hay una oposición poderosa y dueña de los megáfonos, que vendrían a ser los medios, que te cuentan el cuento bien reinterpretado.

Por ejemplo, si Petro convoca una marcha como la del pasado 27 de septiembre, el centro de atención es cuánto dinero se va a gastar el gobierno en la logística, hay una cobertura mínima sobre el asunto y terminan pasando lista para cuestionar el poder de convocatoria, cuando saben de sobra que la movilización popular es necesaria para conectar con la gente, para hacerla protagonista, para empoderarla y que salga a defender el proyecto de país del hombre al que votaron en urnas y dieron la confianza para darles mejor vida.

A Petro le cuestionan que es un político con un discurso demasiado poético, literario y que ello lo convierte en utópico. No es utopía, aunque debería ser máxima de todos soñar lo imposible para hacer todo lo posible. Pero la lírica petrista, que no es palabrería sino demostración de una cultura envidiable y un vasto conocimiento imprescindible para liderar procesos complejos y variados, va de la mano de acciones. ¿Cuántas reformas ha puesto Petro en manos del Congreso? En tiempo record, acabado de asumir sus funciones, aprobó dos leyes fundamentales para el país: la de paz total y la reforma tributaria. Hay otros cuatro ambiciosos proyectos esperando ser destrabados y que van al corazón de los problemas: salud, educación, trabajo y pensiones. Pero es más fácil decir que no hace nada y habla mucho, y no que su agenda legislativa choca con todo tipo de cuestionamientos entre los parlamentarios para que la cosa no avance. Porque los beneficiarios de esas reformas, están muy lejos de los que se sientan en el hemiciclo a vetarlas y más cerca de a quienes se les desbarata el chiringuito de sacar dinero de las urgencias sociales.

En las sesiones de la Asamblea de la ONU que terminaron la pasada semana, hubo centenares de discursos, donde sobresalieron los del mandatario colombiano —ante el plenario de la AGNU y en los foros de alto nivel paralelos— que en algunos casos se saltó las normas y habló muchos más de los minutos permitidos, pero con una fuerza y contundencia en sus argumentos que fue imposible callarlo. Las ideas se repetían en otras muchas intervenciones con mayor o menor grado de elocuencia, parecían calcos: gobernantes del hoy llamado sur global cansados de lo mal que se reparte el dinero, porque la lógica es que las grandes economías pagan grandes cuotas a instituciones financieras y a la hora de repartir, reciben más aunque ni siquiera lo necesiten. Y en lo doméstico de las naciones, se replica ese modelo o sus semejantes y cada año los ciudadanos de a pie exigen cambios y no pasa mucho, como tampoco a escala mundial y Nueva York escucha los mismos clamores en la sede de la ONU.

Porque el problema es estructural desde lo global hasta la particularidad de la mayoría de los países y Petro lo denunció ante los líderes mundiales, señalando sin ambigüedades a los industrializados que preconizan el modelo civilizatorio occidental, que recientemente denunciara un político ruso como un sistema de dominación que creó «imperios parásitos» de «naturaleza depredadora».

Porque hay reticencias a vivir en colectivo y con la armonía y la solidaridad como principios. Porque el egoísmo y el individualismo y esa obsesión con riquezas desmedidas, nubla todo lo demás, con la pimienta adicional del momento actual tan superfluo: los extremismos que no dejan ver luces y manchas en todo proceso, y nos obliga en cambio a etiquetarlo de bueno o malo.

El mundo es de leyes pero a veces la lógica y el sentido común suelen ser más justos en verdad y no determinados conceptos universales. Y lo ratifica la respuesta que dio hace poco una persona común a otra que cuestionó lo antidemocrático de ciertas acciones de un político de turno; y esa persona le espetaba: «la democracia nunca me ha dado nada». Una crítica rotunda a sistemas, sobre todo latinoamericanos, de décadas de democracia que solo han traído más brechas sociales. Colombia, que por décadas fue vista por Estados Unidos como un modelo de democracia estrella al sur del Río Bravo, confirma que las elecciones libres y transparentes de políticos políticamente correctos a los intereses de Washington, no solucionaron problemas de fondo como la guerra fratricida, el negocio del tráfico de drogas, ni la marginación de la Colombia rural.  

Es así que presentar una trama de corrupción familiar o cualquier escándalo de turno pesa más, a la hora de evaluar en los medios colombianos a la gestión petrista, que la aspiración seria de pactar un cese el fuego con todos los actores armados hoy en conflicto con el estado y entre sí; que tener un sistema de salud más accesible a comunidades que no saben lo que es un médico; que la garantía de un retiro que permita una vejez menos estrecha, o como lo dijo el mismísimo Petro: «para que el viejito y la viejita puedan tener un plato de sopa».

Las venideras elecciones regionales del 29 de octubre, serán el próximo gran medidor para las aspiraciones de cambio del ejecutivo progresista de Gustavo Petro, y veremos si pesaron las decisiones de gobierno en la gente o ganan terreno los ataques que terminan maniatando la gestión.

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