Contrapunteo

Hugo Chávez. Humanismo a viva voz

6 sept. 2018
Por Anónimo

A un lustro de su partida, aquel marzo fatídico de 2013, la ráfaga vital de este hombre no cesa en las nostalgias y utopías de Latinoamérica. Porque entró al siglo XXI montado sobre la ola revolucionaria que estremeció del Bravo a la Patagonia, porque cinceló con su voz la primera década del milenio, Hugo Rafael Chávez Frías sigue dando espacio para la evocación y combustible para el ensueño. ¿Qué tenía que arrastró a tantos en pos de la quimera bolivariana renovada doscientos años después? ¿Cuántas vidas cargaba en su breve vida que aún los ninguneados sonríen y suspiran por su recuerdo? ¿De qué mineral era su imán de hombres, que ni las ondas banalizantes de la cultura chatarra —que tampoco dan tregua— logran borrarlo de la novela de supervivencia cotidiana en esta tierra romántica y mal repartida?

Como todos los grandes de la Historia, este venezolano impar es un astro de muchas aristas, incontables piezas, cada una de las cuales daría para pensar y escribir en extenso. Acerquémonos entonces solamente al comunicador, al increíble comunicador que fue y es, porque todavía tiene cosas por gritar en la explanada del combate o susurrar al oído del alma.

A fin de cuentas, hacer política, construir democracia, lograr la auténtica participación de colectivos humanos en pos de intereses de felicidad compartida es, desde hace mucho, un asunto que pasa esencialmente por la comunicación.        

ROSA INÉS Y EL ARAÑERO DE SABANETA

Tal vez a la pobreza, la radiante pobreza que fue menos pobre por el talento, sacrificio y bondad de su abuela Rosa Inés, su «mamá vieja», haya que agradecer la formación primera de Chávez. En «una casa de palma, de piso de tierra, pared de tierra, de alerones, de muchos pájaros que andaban volando por todas partes (…), un patio de muchos árboles: de ciruelos, mandarina, mangos, de naranjos, de aguacate (…) aprendí a sembrar maíz, a luchar contra las plagas que dañaban el maíz, a moler el maíz para hacer las cachapas»,[i] contaría en uno de sus kilométricos discursos del Aló Presidente. Y en la noche, cuando se iba la luz de la planta eléctrica de Sabaneta de Barinas, «ya estaban las velas prendidas o las lámparas aquellas de kerosene, y la abuela lista con sus cuentos. Y uno la buscaba: “Abuela, échanos los cuentos”».[ii]

La anciana contaba y encantaba. Así, dotó a los nietos de un sentido de la justicia y la solidaridad, de una noción popular de la historia patria, de las primeras bases de lectura y escritura, y de las ansias imprescindibles de bien que deben acompañar toda obra magna. También, por supuesto, los preparó para trabajar y sobrevivir, para inventar la economía más allá de sus circunstancias. De ahí los pasteles («arañas») que vendiera Huguito, hechos por la veterana con las fruta del patio, y a los que ya él, con talento innato para jugar con el idioma, les añadía pregones de rimas humorísticas: «Arañas calientes, pa’ las viejas que no tienen dientes, arañas sabrosas pa’ las muchachas buenamozas».[iii]

Junto a este manantial de la abuela, la cuna pedagógica que significaba que sus padres fuesen educadores de oficio, dotó al niño, inteligente e inquieto, de una primera y sólida aptitud comunicativa. «Llegaba incluso a acompañar a mi madre. Ella era maestra rural en un campo que se llama Encharaya. Me gustaba mucho el aula de escuela, oír a mi madre dando clases, enseñando. De alguna manera yo ayudaba. Siempre me encantó la educación»,[iv] narraría al periodista Ignacio Ramonet. El padre, quien le daría clases en cuarto grado, solía ser más exigente con él que con los demás alumnos. «Cuando tú no saques 20 considérate raspa’o», le decía sin contemplaciones. Y cuando no obtenía esa alta nota, como castigo le suspendía las salidas al cine de la comunidad.[v]

Declamar, representar pequeñas obras, leer discursos en fechas patrióticas se fue haciendo parte del crecimiento de este llanero en ciernes. Fue moldeando la expresión de un seductor.

ACADEMIA MILITAR: DISCIPLINANDO EL PENSAMIENTO

Si bien el entrenamiento primigenio transcurrió entre cuentos, fábulas, rigurosa educación paternal, trabajo y ventas de supervivencia, el pulimento de herramientas para el pensar y el decir llegaron sin duda en las instituciones militares, recia canal en la que el jovencito Chávez aprendió a disciplinar su vocación de mundo, a cumplir con los mandatos de manera minuciosa y a buscar la conexión permanente con el pasado heroico de la patria y sus próceres.

«En esa forja adquirió un hábito intelectual que le distinguía: pensar la estrategia. Acostumbrarse a ver lejos, a fijarse objetivos ambiciosos y a trazar el modo de alcanzarlos. Él mismo lo repetía: “Desde el primer momento me gustó ser militar. En la Academia aprendí lo que Napoleón llama la ‘flecha del tiempo’. Cuando un estratega planifica una batalla debe pensar de antemano en el ‘momento histórico’, luego en la ‘hora estratégica’, después en el ‘minuto táctico’ y por fin en el ‘segundo de la victoria’. Nunca olvidé ese esquema de pensamiento”».[vi]         

Y en ese crisol —primero como cadete y luego como docente— su liderazgo, que ya venía en camino, adquirió la marcialidad que lo blindaba. Mandar tropas, preparar emboscadas, explicar a los soldados, detalladamente, la ruta hacia el posible combate, los teatros de operaciones probables… debieron enrumbar aquellas ansias de mundo con que saliera de sus llanos de la infancia.

Años después, ya Mandatario y Comandante en Jefe del Ejército de Venezuela, en su programa radiotelevisivo semanal aplicaba estas fórmulas con maestría. Ver este espacio, comentaba el periodista y catedrático venezolano Earle Herrera, era como «asistir cada domingo a una reunión política, donde se traza la línea de la organización y sus formas de ejecución. Y donde se desmontan las tácticas y estrategias del adversario».[vii]                              

El Aló Presidente fue en sí mismo un fenómeno comunicacional del chavismo. En él, como un verdadero showman, pero sin nada de farándula, sino a pura argumentación y docencia política en clave jocosa y popular, el estadista desplegaba su arsenal de carisma, lecturas e intuición. El académico mexicano Fernando Buen Abad apunta al respecto: «Nadie imaginaría que un programa televisivo largo, muy largo, basado casi en una sola toma, sin movimientos, con un hombre que habla y habla, que incluso canta de cuando en cuando, y feo, sería uno de los foros de comunicación política más importantes en plena civilización de la imagen».[viii]                           

No solo cantaba el extraordinario orador, también empleaba un repertorio de instrumentos comunicacionales que pronto alzaron los ratings de audiencia del Aló…, aun entre una población adormilada durante décadas por telenovelas, información basura y abulia resultante del abandono histórico.      

AMOR Y HUMOR: LENGUAJES DE A PIE 

Entrevistado por la investigadora cubana Alicia Elizundia, el maestro de radialistas del continente José Ignacio López Vigil opinó que, con Chávez, presenciábamos al «primer gran líder latinoamericano que hace del humor un arma política. Eso no se ha visto en América Latina. El lenguaje campechano es un camino real para lograr esa empatía con el pueblo».[ix]

Y en efecto, uno lo recuerda interrumpiendo extensos razonamientos con un dicharacho, o una copla, o un fragmento de canción, o una anécdota, o la interpelación a cualquier persona del público o televidente, o un epíteto fortísimo y cargado de ironía para quienes intentaban derrocarlo a veces por medios no muy transparentes.

«La comunicación empática que establece con el pueblo le permite utilizar frases populares como: “Ni lavan, ni lavaban, ni prestaban la batea”, “estemos con el ojo pela’o”, “ni tan calvos ni con dos pelucas” (…) “No vamos a permitir que nos mamen gallo” (que nos engañen)», ilustra Elizundia.[x] En tanto el especialista en Oratoria Salomón Susi Sarfati compila varios de esos términos o locuciones de la gente de a pie que hacían al discurso chavista conectar de inmediato con grandes audiencias: «Espelucar (despeinar, despeluzar…)», «Jorungamos (azuzar, hurgonear. La emplea como bromeamos)», «Ñapa (añadidura, compensación, gratificación)», «Bojote (lío, bulto, envoltorio o paquete…)», «Chaguaramos (sudar la ropa. Empleada como: compartimos entre gente sencilla)».[xi]

Y quien siguiera con atención la huella pública del líder —el mismo que soltara aquel mítico «huele a azufre» en el podio de Naciones Unidas, para aborrecer la presencia de George Bush hijo; o le regalara sonriendo un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina a Barack Obama—, quien siguiera su «flecha del tiempo», digo, podría darse cuenta de que independientemente de «la puesta en escena» que, como cualquier político —o periodista, o educador—, armaba para sus intervenciones, el auténtico don de gentes marcaba su bonhomía. Así era. Así llegaba. Y nadie quedaba impasible.

De tal suerte, que junto a esos giros o frases de ingenio bromista, era capaz de otras, de sentido sublime, de hondura lírica o sólida argumentación, que impactaban de inmediato a quienes lo escuchaban. Vale la pena citar en extenso al semiólogo Ramonet, cuando cuenta que en octubre de 2001 fue invitado el mandatario suramericano a Francia, para impartir en la Sorbona una conferencia titulada: «Transformar a Venezuela: ¿una utopía posible?»

 

Con su metafórico y peculiar estilo empezó recordando (…): «Hace doscientos años paseaba por estas calles de París un joven que cruzó el Atlántico y que era un fuego ambulante y andaba incendiando por donde pasaba, igual que Zaratustra, el de Nietzsche cuando subió a la montaña». Habló de su proyecto político: «No estamos improvisando. Venimos de lejos con ideas bien claras y camino definido». Se solidarizó con las víctimas del 11-S: «El siglo XXI debe ser el siglo de la paz; hay que desechar los cañones y hacer que callen los tambores de guerra». Contó cómo se había agudizado la campaña de demonización contra él: «Siguen calumniándome. No se sorprendan si, en algún momento, me acusan de esconder a Osama Bin Laden en Venezuela (…)». Sofisticado y argumentado, su discurso fue un triunfo».[xii]

Particularmente intensos eran los retratos evocativos que hacía en sus intervenciones de los padres de la Patria o de héroes más contemporáneos, incluso compañeros de armas suyos: «Bolívar era de pelo ensortijado, más negro que blanco; ese era el verdadero Bolívar a quien también desfiguraron. Es mentira que hablaba duro. No, la voz de Bolívar era chillona, inaguantable. Se subía en las mesas, le rompía los papeles al Estado Mayor», describe, glosando al poeta Andrés Eloy Blanco. De Antonio José de Sucre señala: «Solo tenía 29 años cuando se hizo inmortal en Ayacucho. (…) Era el alma del ejército, alma del pueblo, el cumanés. Humilde, pero empeñado, con una voluntad de acero, una inteligencia muy creadora para lo militar, para lo diplomático, para lo político». A su amigo, «el catire Felipe Acosta Carlez», lo dibuja con versos de su propia inspiración: «Oigan a Felipe Acosta / oigan su grito indomable / en la boca del cañón / cuando se lance el ataque / en la defensa enemiga/ cuando la quiebre el infante / cuando rompan el sonido, / cien aviones de combate (…) / Sigues aquí con nosotros, / no te mataron, compadre».[xiii]

En cada una de sus alocuciones, el interés humano —si habláramos en términos de teoría periodística— era el valor noticia predominante. Desde los macronúmeros de la economía mundial hasta el caso único e irrepetible de una niña llamada Génesis, cuya breve estancia por la vida, se empeñó en alegrar.  

OTRAS CLAVES DEL GENIO  

Pero no solo esas cualidades armaban y almaban el genio de Chávez y, por ende, sus facultades comunicativas. Otras, perfectamente documentables eran:

Su carácter competidor: Era un ganador nato. Había sido, desde muy joven, un deportista obsesivo, jugador de béisbol casi profesional, pésimo perdedor, conocido por su empeño en darlo todo, con deportividad, para conseguir la victoria.

Su religiosidad popular: «Soy cristiano más que católico», admitía. Y más que «cristiano», «cristista» podríamos decir, o sea, ferviente seguidor de las enseñanzas de Jesucristo reportadas por los Evangelios. Veía en Jesús al «primer revolucionario».

Su dedicación y diligencia: Era un infatigable trabajador, voluntarioso y tenaz, noctámbulo e insomne. Desconocía el reposo de los fines de semana, de domingos o vacaciones (…). Dormía apenas unas cuatro horas al día.

Su solidaridad con los pobres, categoría social con la que se identificaba (…) «Tengo siempre presente una frase de Gramsci: “No hay que ir al pueblo, hay que ser el pueblo”».[xiv]

Fraguado ese coctel en el horno de la coherencia —siempre tan difícil— entre el decir y el hacer, entre las misiones que disparaba al aire permanentemente y las realizaciones de mejoría social que los relegados de Venezuela iban viendo crecer por día durante sus trece años de mandato (1999-2013), hizo de este juglar del pensamiento emancipador una maquinaria sorprendente de comunicación alternativa a los medios y grupos de poder capitalistas. Y que conste que estos nunca le dejaron la pista fácil.[xv]

La política comunicacional de la revolución —ha resumido certeramente el investigador y periodista cubano Roger Ricardo Luis— tuvo en él su principal estratega y vocero. Quien la ejercía sin intermediaciones a través de una plataforma mediática en expansión. Así, desde su liderazgo, el gobernante contribuyó «a generar una nueva cultura, proveyendo al pueblo de nuevos códigos lingüísticos y narrativas ideológicas, claves para interpretar la realidad y reinterpretar la historia, la visualización del futuro».[xvi]

PARA SEGUIRLO ESCUCHANDO                                                      

Por supuesto que no fue —ni lo necesitaba— un comunicador infalible. Acaso alguna vez lo acusaron con razón de verborragia. Quizás en algún momento su afán por proyectar y hacer, y contagiar a los otros con lo que emprendía, lo llevó a hiperbolizar lo que no debía. Tal vez, por instantes, se centró demasiado en sí mismo y no en los rieles que habría de trazar para continuar su utopía. Seguramente hubo espacios en que desconoció la diplomacia —que definitivamente no era su asignatura preferida—; o en los que aprovechó en su beneficio golpes de efecto sentimentales ante los auditorios (¿Quién, que deba conducir multitudes, no lo ha hecho?).

Pero difícilmente alguien no admita que el verbo de Chávez —triunfante de una quincena de consultas masivas, internacionalmente custodiadas— revolucionó como pocos la Historia reciente de Venezuela y de Latinoamérica. Y que se añora, cuánto se añora entre nubes imperiales enajenantes, torpezas de izquierda, y dilaciones amargas de la hora definitiva de los pueblos.

Quizás un día mi vieja querida, dirija los pasos hasta tu recinto (…) / y entonces la sonrisa alegre de tu rostro ausente / llenará de luces este llano caliente; / y un gran cabalgar saldrá de repente/ y vendrán los federales con Zamora al frente, / y las guerrillas de Maisanta, con toda su gente.[xvii]



[i] Oramas, Orlando y Legañoa, Jorge: Hugo Chávez Frías. Cuentos del arañero. Venezuela, Vadell Hermanos Editores, C.A., 2012, p.4.

[ii] Ídem, p.5.

[iii] Ibídem, pp.6 y 11.

[iv] Ramonet, Ignacio: Hugo Chávez. Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet. La Habana: Editorial José Martí, 2014, p.12. 

[v] Oramas, Orlando y Legañoa, Jorge: Ob. Cit., p.10.

[vi] Ramonet, Ignacio: Ob. Cit., p.16.

[vii] Citado por Elizundia, Alicia: La construcción simbólica del discurso en el programa radial Aló Presidente: hacia la consolidación de una nueva hegemonía en Venezuela. Tesis de doctorado. Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana, 2010, p.127.

[viii] Citado por Elizundia, Alicia: Ob. Cit. p.242.

[ix] Citado por Elizundia, Alicia: Ob. Cit. p.124. 

[x] Ídem.

[xi] Susi, Salomón: Hugo el de siempre. Anecdotario, La Habana, Editorial José Martí, 2017, pp.228 y 229.  

[xii] Ramonet, Ignacio: Ob. Cit., p.37.

[xiii] Oramas, Orlando y Legañoa, Jorge: Ob. Cit., pp.91, 92 y 115.

[xiv] Ramonet, Ignacio: Ob. Cit. pp.14-17.

[xv] Véase al respecto, entre otros: Britto, Luis: Venezuela: investigación de unos medios por encima de toda sospecha, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2005 y Ricardo, Roger: El magnicidio mediático de Hugo Chávez. El caso del diario El Nacional durante la campaña por la Enmienda Constitucional del 15 de febrero de 2009, Tesis de doctorado, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, 2012.

[xvi] Ricardo, Roger: Ob. Cit., 2012, p.82.

[xvii] Fragmentos de un poema escrito por Chávez al saber la muerte de su entrañable abuela Rosa Inés. Citado por Oramas, Orlando y Legañoa, Jorge: Ob. Cit. p.8.   

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