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El sur también existe

18 sept. 2023
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«Los sistemas y los marcos mundiales le están fallando a los países en desarrollo», una idea expresada por el máximo representante de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en La Habana durante la reciente Cumbre del G77 y China, que se repitió de múltiples maneras en todos los discursos de más de un centenar de oradores en dos sesiones de maratónicos discursos, sin pausas formales para almuerzo.

En la cita convocada por Cuba, que preside en este 2023 por primera vez el mecanismo de concertación política, la catarsis fue «sustanciosa» y «productiva», de acuerdo con sus protagonistas. Los líderes mundiales supieron, no solo identificar sus problemáticas y las causas, en la inmensa mayoría comunes a todos y resultante de un orden internacional que excluye al sur —cuando más solo lo ve como reservorio de materias primas y mano de obra— sino que coincidieron en que las soluciones pasan por acciones encaminadas a potenciar la cooperación sur-sur.

Es por ello que, inmediatamente después de finalizada la reunión de alto nivel, la cancillería cubana la calificó de «estratégica» y «exitosa». Varios presidentes coincidieron en resaltar lo oportuno y bien aprovechado que fue el encuentro, como fue el caso del venezolano Nicolás Maduro, quien aseguró que la cumbre fue «un éxito mundial absoluto».

Para el grupo multilateral, el más amplio y diverso existente, que concentra el 80% de la población mundial y más de dos tercios de la membresía de la ONU, el de La Habana no se trató de un evento diplomático más, sino de una cita para la acción. Entre sus principales resultados sobresale la Declaración Política Final y una declaración adicional con la bienvenida a la reincorporación de México al bloque. Ambos textos fueron aprobados por aclamación, es decir, por el consenso unánime de sus miembros.

Se le dio el visto bueno a una declaración idéntica a la que ya venía discutida y consensuada por los embajadores desde el capítulo de Nueva York del G77 y China. Solamente se le agregó un párrafo de solidaridad con Marruecos y Libia por las pérdidas humanas y materiales que le causaron desastres naturales recientes.

En el documento político de 47 puntos, desarrollados en 9 páginas, se enfatizó en la necesidad de una reforma urgente y profunda de la arquitectura financiera internacional que permita el acceso equitativo a los recursos que necesitan los países del sur para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Los ODS son 17 metas que adoptaron los estados miembro de la ONU en 2015, para lograr un futuro más sostenible para más de la mitad del mundo. Los objetivos deberían cumplirse en su totalidad en el año 2030, sin embargo, a mitad de camino, solo el 15% de ellos va por buena vía, muchos están estancados y otros en retroceso.

Se recogió además una enérgica condena a las medidas unilaterales coercitivas que se aplican desde los centros de poder contra varios miembros de G77. El texto resumió las preocupaciones generalizadas de los pueblos del sur por los efectos de la crisis multidimensional global y la decidida voluntad de emprender acciones para encausarse en la senda del desarrollo.

Tanto en la declaración como en las intervenciones, el grueso del contenido estuvo relacionado con la importancia de la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo. Ese fue el eje central del encuentro, aunque hubo repaso obligado de la amplia agenda temática actual: las inequidades sociales, el impacto del cambio climático y por supuesto, la guerra en Ucrania, como conflicto más visible, polémico y mediático del momento, en un mundo con muchísimos otros enfrentamientos armados, diferendos geopolíticos y amenazas a la autodeterminación.

Participaron 116 países de los 134 que componen el G77, 31 de ellos representados por jefes de estado o gobierno; además de una docena de organismos y agencias internacionales, en un debate transparente que se transmitió en tiempo real para todos los pueblos, algo poco usual en eventos de esta magnitud, donde mucho se discute a puertas cerradas y poco acceso tienen los pueblos a la información oportuna.

Para Cuba, la cita le abrió un poco más las puertas al mundo, al intercambio y al conocimiento, pero también a la legitimación política, después de décadas de intentos estadounidenses por aislarla y singularizarla. «Nos deja la certeza de que no estamos ni estaremos solos», afirmó el Director de Asuntos Multilaterales de la cancillería cubana, Rodolfo Benítez.

La «pequeña, mágica y rebelde isla de Cuba», como la caracterizara el Ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, en la previa de la cumbre, fue el epicentro de los países de sur, en una cita austera —como bien insistieron sus anfitriones en todo momento— sin lujos, ni derroches de ningún tipo, con recursos mínimos indispensables, en un contexto de crisis económica profunda, la más aguda desde el llamado «Período Especial» de los años 90 del siglo pasado.

Austeridad material, pero sobrada argumentación, con voz crítica y reflexiva sobre urgencias del mundo de hoy para naciones que hasta ayer se les llamaba peyorativa y despectivamente «subdesarrolladas», como si fuera una discapacidad propia, nacida con ellas y no el resultado de una historia de saqueo y expoliación, de dominación y sometimiento. La cumbre de La Habana vino a posicionar el grito de que «el sur también existe». Y no solo existe, sino que tienen un acervo extraordinario de talento, culturas ancestrales, conocimiento propio, fuerzas humanas y recursos materiales abundantes para dar el salto imprescindible hacia una vida con dignidad para sus ciudadanos.

México, país fundador que había salido del mecanismo político en los años novena, vuelve ahora a ser parte del G77 y China. Con esta reincorporación, América Latina está nuevamente representada en su totalidad en el grupo que sale de la Cumbre de La Habana más cohesionado y fortalecido.

Cuba concluirá su liderazgo del bloque a inicios de 2024, fecha en que entregará la presidencia pro témpore a Uganda en la III Cumbre del Sur, que se realizará en Kampala en la primera quincena de enero próximo.

Por lo pronto, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel participa esta semana en Nueva York en la más importante reunión del mundo, en Naciones Unidas. Díaz-Canel habla esta vez a nombre de la Isla y también como voz del G77 y China en la cita que cada septiembre acoge a los líderes mundiales para los debates de alto nivel de la Asamblea General de la ONU.

Tal y como lo hizo desde la capital cubana, ahora en suelo estadounidense, pero ante la gobernanza diplomática mundial, el mandatario cubano hace un llamado a «cambiar las reglas del juego» para beneficiar a los países en desarrollo que, a su juicio, son víctimas principales del comercio, las finanzas internacionales y el intercambio desigual. «Llevan siglos cortando el pastel y dejándonos las sobras», ha dicho Díaz-Canel, como contundente invitación a abandonar el inmovilismo y abocarse al empoderamiento del Sur Global.

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