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El regreso de Guaidó: ¿qué pasará?

14 feb. 2020
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El pasado 19 de enero, el autoproclamado Juan Guaidó comenzó una gira internacional de tres semanas en la que visitó Colombia, Reino Unido, Francia, Bélgica, España, Canadá y Estados Unidos. Cada uno de estos países fue seleccionado con una marcada intencionalidad y todos desempeñan un rol en la estrategia estadounidense para derrocar a la revolución bolivariana en la que Guaidó es simplemente un instrumento más.

La decisión de realizar este periplo obviamente se tomó en la Casa Blanca y estuvo condicionada por un contexto político caracterizado por, al menos, tres rasgos principales: la ofensiva estadounidense de máxima presión contra Venezuela ha sido un rotundo fracaso, la coalición internacional fabricada y estimulada por Estados Unidos no ha adoptado sanciones económicas de alto impacto contra Venezuela y Guaidó se encuentra en un momento de profundo declive sin capacidad para forzar los cambios internos deseados por el gobierno de Donald Trump. La combinación de estos factores generó la necesidad en los decisores estadounidenses de abrir una nueva etapa en su estrategia tratando por todos los medios de oxigenar a Guaidó.

Por lo tanto, en la lógica del gobierno estadounidense para darle un «nuevo impulso» a sus planes y buscar efectividad en sus acciones contra Venezuela la piedra angular sería la promoción internacional de Juan Guaidó, quien fue acompañado de toda una maquinaria mediática para posicionar su imagen a escala internacional. En este sentido, era imprescindible que se reuniera con los dignatarios que han apoyado incondicionalmente la estrategia contra Caracas. Pero en la práctica la pregunta clave sería: ¿cuál será el impacto de este periplo en el corto plazo?

En esencia, la gira de Guaidó tuvo un alto componente mediático y de relaciones públicas ante el mundo para trasladar una visión de «gran respaldo de la comunidad internacional» en un momento en que era imprescindible sacar a flote una figura debilitada políticamente y sin ningún tipo de investidura oficial después de la derrota en la Asamblea Nacional. Aunque Washington, se empleó a fondo en la coordinación con sus aliados europeos, más allá de apretones de manos y gestos de los líderes de algunas naciones, no se evidenció un compromiso firme y decisivo para adoptar sanciones económicas de significación contra Venezuela, lo que constituye el objetivo principal de la Casa Blanca.

El segmento de mayor visibilidad de la gira fue la estancia en Estados Unidos que tuvo dos momentos fundamentales: la visita a Miami y el espectáculo político montado en Washington que se manifestó tanto en el discurso del Estado de la Unión como en el recibimiento por Trump en la Casa Blanca. Previo a este último encuentro, Guaidó sostuvo un intercambio con el vicepresidente Mike Pence con la presencia de los senadores Marco Rubio y Rick Scott. Por lo tanto, fue estimulado personalmente por los principales artífices de la estrategia contra su propia nación. En pocas palabras, fue a besar las manos de quienes le pagan y alimentan su alma de mercenario.

Evidentemente, en estas reuniones se reiteraron varias afirmaciones como: Venezuela es una prioridad para la política exterior de Estados Unidos, puedes contar con todo nuestro apoyo, seguiremos instando a la comunidad internacional para que te respalde y muy en silencio deben haberle dicho al oído: «todavía creemos que todas la opciones están sobre la mesa». Esta última frase que se convirtió en muy recurrente durante el 2019 como amenaza directa de Washington, hace tiempo que no se emplea en el discurso público de los funcionarios estadounidenses, lo que evidencia el reconocimiento implícito de que no son capaces de lograr el efecto deseado al amenazar con el uso de la fuerza militar.

Lo que sí destacaron con mucha vehemencia los voceros del gobierno estadounidense fue una clara amenaza al gobierno bolivariano al enfatizar que si le pasaba algo a Guaidó cuando regresara a Venezuela habría «serias consecuencias». Era una alusión casi directa a un eventual encarcelamiento del autoproclamado, lo que constituye en términos prácticos una provocación que está dirigida a que el mandatario venezolano tome la decisión legítima de arrestar y procesar a Guaidó. Esto sería un motivo ideal para el gobierno estadounidense que crearía las condiciones para reforzar su ofensiva internacional y convertir a su mercenario en un mártir.    

El autoproclamado como parte de este juego, durante su regreso a Venezuela el 12 de febrero planteó: «Ya estamos en Caracas. Traigo el compromiso del mundo libre, dispuesto a ayudarnos a recuperar la democracia y la libertad. Empieza un nuevo momento que no admitirá retrocesos y que nos necesita a todos haciendo lo que nos toca hacer». Por lo tanto, Guaidó hará lo mismo que ha venido haciendo hasta ahora: realizar pronunciamientos públicos contra el gobierno dando una imagen de un país colapsado, promover provocaciones con impacto mediático presentándose como víctima e intentará por todos los medios realizar concentraciones y protestas tratando de magnificarlas para proyectar capacidad movilizativa.

Independientemente del respaldo de Washington y sus aliados a Guaidó, la variable decisiva para analizar la capacidad de avanzar en los objetivos que persigue la Casa Blanca sigue siendo el contexto político interno en Venezuela. Por lo tanto, para estimar qué pasará en el corto plazo hay que tener en cuenta, al menos, cinco factores principales: el apoyo de la mayoría del pueblo venezolano al proceso bolivariano y su decisión de enfrentar la ofensiva imperialista encabezada por Estados Unidos; la capacidad de liderazgo del presidente Maduro y su equipo de gobierno; el respaldo mostrado por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; la profunda división y contradicciones en la oposición política venezolana y el declive irreversible de Juan Guaidó ante el pueblo venezolano. Teniendo en cuenta estos elementos, en lo inmediato, el proceso bolivariano continuará firme e incrementará su capacidad para sortear los obstáculos y salir victorioso. El imperio estadounidense nuevamente se equivoca al menospreciar la capacidad de resistencia de los pueblos.

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