Proposiciones

Desde el comienzo no hubo tregua

16 ago. 2018
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«Mi padre era obrero y mi mamá ama de casa, éramos 7 hermanos. Las dos más pequeñas que yo, estudiaban; pero el resto ya estábamos trabajando. Yo era vendedor en la tienda “El Encanto” y allí había una lucha ideológica muy fuerte entre los trabajadores. La mayoría no eran personas adineradas por supuesto, pero codearse con los ricos a veces genera una determinada forma de pensar. De ahí que las contradicciones no fueran pocas», narra mi entrevistado que a finales de la década de 1950, no imaginaba que algún día sería un militar condecorado. Por aquel entonces solo tenía 17 años, era un joven habanero que se llamaba Oscar.

«Desde mi adolescencia simpaticé con la idea revolucionaria. Por eso cuando triunfó la Revolución, éramos un grupito los trabajadores que ya nos relacionábamos con el Movimiento 26 de julio y estábamos en contacto con el Comandante Piñeiro, el conocido Barba Roja. Al principio colaborábamos desde la tienda con los incipientes Órganos de la Seguridad del Estado que se habían creado el 26 de marzo de 1959. Ya después, en 1960 dejé «El Encanto» y empecé a trabajar directamente en 5ta. y 14, donde radicaba la Dirección de Operaciones. Ellos necesitaban compañeros y varios dijimos que sí. Recuerdo que empecé como mecanógrafo. Poco tiempo después pasé a ser investigador y también realicé muchos interrogatorios. Era una época difícil, estábamos empezando desde cero y había que hacer lo que hiciera falta», con 76 años ahora es Coronel, pero su hablar pausado le otorga cierto aire catedrático, quizás por el tiempo que ha dedicado a la formación de nuevos oficiales.

Reviso los apuntes que llevo en mi libreta. Quiero llegar a entender qué sintieron y pensaron aquellos jóvenes que de la noche a la mañana les toca reestructurar y organizar todo un país. Muchas de las instituciones creadas eran nuevas en toda su concepción como es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, entidades que rompían totalmente con la concepción represiva y abusiva del ejército y la policía durante la dictadura de Fulgencio Batista. No era fácil romper con la estigmatización que tenían en aquel entonces los cuerpos militares. Aun así, Oscar asumió formarse como oficial del Ministerio del Interior, una carrera que lo llevaría a convertirse en el Coronel Gámez.

¿Quiénes y cómo eran aquellos jóvenes que llegaban a 5ta. y 14?

Los jóvenes que integraban los Órganos de la Seguridad en general –no solo los que estábamos en 5ta. y 14– provenían, fundamentalmente, del Ejército Rebelde. Pero eso no quiere decir que todos venían de la Sierra. Muchos piensan que la Policía Rebelde fue la única fuerza de la que se nutrió la Seguridad y no fue así. Había un grupo reducido de compañeros del Partido Socialista Popular y del 26 de Julio que desde antes de 1959 habían logrado penetrar los órganos policiales de Batista y ya venían con cierta experiencia en el trabajo policiaco, operativo y en todo esto de la infiltración. Eran muy poquitos pero jugaron un papel importante en este nuevo aparato que se venía gestando. También otros compañeros habían participado en la lucha en las ciudades y dominaban los métodos de trabajo clandestinos.

La mayoría decíamos que sí a cualquier tarea por la pasión revolucionaria que tenía la juventud en aquel momento. Los que no se incorporaron a las fuerzas militares se alistaron en la milicia o se fueron para el Escambray a combatir a los bandidos. Todo el mundo quería ser útil.

 

Yo mismo nunca pensé en participar en nada policiaco porque lo referentes que tenía mi generación de la policía era la represión y la tortura, pero el fervor revolucionario te hacía incluso vencer cualquier prejuicio. En aquel momento la única satisfacción era la de cumplir la tarea y hacer lo que hiciera falta. Como les dije, empecé como mecanógrafo porque allí no había.

Eran tiempos y condiciones difíciles, una vida muy agitada. Había semanas en que prácticamente no se dormía. No había comodidad. A veces, si tenías unos minutos, te dormías en el carro, arriba de un buró o en el piso.

Y otra característica del momento era la unidad, al menos es así como lo recuerdo. Nunca tuve problemas con nadie. A pesar de que hubo sus muestras de sectarismo, como en muchos lugares en esos primeros años de Revolución, lo que primó fue una relación muy estrecha entre la mayoría de los compañeros. A pesar de las exigencias y las condiciones duras de trabajo primaba una disposición que nunca faltó para enfrentar cualquier tarea y cumplirla a cabalidad.

¿Cuáles fueron las principales tareas que debieron asumir al integrar los Órganos de la Seguridad en aquella primera década de Revolución?

Nosotros empezamos radicando en la casa que hace esquina en 5ta y 14, en Playa; y luego por las complejidades del trabajo fuimos ocupando varias casas. Allí estuvimos todo 1961. De ese año, una de las misiones más importantes fue la de neutralizar a la llamada «quinta columna» de contrarrevolucionarios que apoyaría desde el territorio nacional la invasión mercenaria por Playa Girón.

En 1962 otro momento crucial fue la Crisis de Octubre. Recuerdo que la casa pasó a ser sede del Batallón de Artillería de una de las divisiones del Minint que defendería un territorio determinado ante cualquier ataque. Muchos de los compañeros de 5ta y 14 tenían experiencia en el manejo de armas porque habían participado en la lucha guerrillera, de ahí que se integraran a ese batallón.

En medio de la Crisis pasamos una escuela de ocho días para adquirir y perfeccionar los conocimientos de artillería en La Cabaña. Fue una escuela sui géneris, pues con la premura solo se te enseñaba lo que ibas a hacer. Si era abastecer la pieza, pues solo te enseñaban eso; si era sacar números, lo mismo. Ya después cada uno se encargaría, de conjunto con el resto de los compañeros, de integrar en la práctica todo lo aprendido. Al final no hubo que llegar a ocupar la posición en ningún frente porque durante la escuela, la Crisis evolucionó hacia el desenlace que conocemos.

Una vez que culminó, no regresamos para 5ta. y 14 sino que nos ubicamos en Villa Marista.

En aquellas tareas, ¿cuáles eran las más complejas?, ¿cuánto acechaba el peligro?, ¿con qué intensidad aparecía el miedo?

Como dice el documental, una vez que concluye la huelga general convocada por Fidel el primero de enero de 1959, el país retoma su curso. Los obreros regresaron a las fábricas, los dependientes a las tiendas, pero el trabajo operativo empezaba de la nada. Ni siquiera los centros de la policía, porque allí algunos se fueron, otros estaban presos por los crímenes cometidos y otros serían juzgados y sentenciados a muerte. No teníamos ni los hombres ni los medios, porque no podíamos usar los medios represivos de la dictadura.

 

Empezamos entonces de forma empírica. Una tarea bien fuerte era la de interrogar. Una parte importante de la burguesía que hacía contrarrevolución, al menos aquí en La Habana, estaba ideológicamente preparada y daba argumentos. Una cosa es tener pasión por el torbellino aquel que estábamos viviendo y otra muy diferente era tener cultura política. A diferencia de los interrogatorios de la dictadura donde se utilizaba la tortura, nosotros teníamos que discutir mucho, darles argumentos, convencerlos de nuestra verdad, y eso era difícil, pero se lograba con profesionalidad.

Por otra parte, todas las misiones eran peligrosas porque el hecho de que fuéramos investigadores o que interrogáramos a los prisioneros no quería decir que no participaras en los operativos y en las detenciones. Y en esas acciones siempre existía el peligro de morir, pero uno no iba pensando en eso. En general los cubanos somos valientes. No imperaban las preocupaciones por el riesgo ni el miedo. Se hacía de todo y tenías que estar preparado para todo.

¿Quedaba tiempo para romancear?

Para eso había poco tiempo, en verdad, pero siempre se hacía. Lo único que uno priorizaba el compromiso con la tarea que cada uno realizaba. Tenías mucho menos tiempo para tu vida personal y podías encontrarte mujeres que no aceptaban eso. Pero también, en esa época, habían muchas mujeres incorporadas a toda esta vorágine, que también tenían muy poco tiempo. Y otras que trabajaban con nosotros y que lo hacían muy bien, con la misma entrega y el mismo compromiso. Muchas llegaron a ser oficiales con tareas importantes en el trabajo operativo. Las mujeres desde un inicio estuvieron a la par de los hombres y siempre han sido muy valientes.

Se dice que aquellos primeros años fueron muy agresivos. Constantemente se sucedían sabotajes, actos terroristas…

Desde el comienzo no hubo tregua. La primera de las acciones fue aquella de recibir a los asesinos y torturadores como si fueran héroes allá en los Estados Unidos. Y enseguida la CIA empezó a fraguar planes y acciones terroristas que iban desde ataques piratas hasta planear el asesinato de Fidel, idea que tenían desde los tiempos de la Sierra Maestra. En aquellos primeros años los campos cubanos parecían antorchas por los sabotajes que hacían aviones provenientes desde los Estados Unidos.

Además eran tiempos donde la gente cambiaba muy rápido de parecer. El 1ro de enero, todos estaban con Fidel, pero cuando la gente empezó a ver que la Revolución se radicalizaba y que las medidas podían afectar sus bolsillos empezaron a virarse. La gente cambiaba en horas de posición política.

Por otra parte, muchos de los que se fueron estaban convencidos de que la Revolución era cosa de unos meses. Las criadas habían recibido el salario por adelantado de seis meses o un año para que les cuidaran las casas a los ricos. Ellos pensaban seriamente que los yanquis resolverían la situación y todo sería como antes. Eran muchos intereses y la CIA entonces no daba tregua. Eso nos exigía trabajar las 24 horas del día.

Poco a poco, la Seguridad cubana hizo fracasar cada uno de los planes. Poco tiempo después llegaron a Cuba asesores soviéticos en el ámbito militar. En su opinión, ¿cuánto influyó la ayuda soviética en los éxitos de nuestros órganos frente al accionar CIA?

La dirección de la Seguridad comenzó a preocuparse de inmediato por incrementar la preparación de los combatientes, pues se partió de cero. Hubo que sustituir hombres y medios tanto en la Seguridad del Estado como en el orden interior. Había poca o ninguna preparación, se iba cogiendo en el camino pero se podía perfeccionar con estudios.

Además de la poca preparación, había ataques constantes y escasez de medios para el trabajo. La CIA por su parte sí tenía experiencia y medios y, junto a la contrarrevolución interna, que era muy fuerte en ese entonces, orquestaba agresiones y sabotajes constantes.

Poco a poco fuimos mejorando y haciendo juegos operativos en los que hacíamos fracasar sus acciones. El paso de los años ocasionó una ruptura de la oposición interna. Incluso después del fracaso de la Operación Mangosta, ellos pasaron de grandes redes de espionaje, en las que nosotros teníamos una fuerte infiltración, a grupos más pequeños. Muchas de esas nuevas estructuras de contrarrevolucionarios llegaron a ser dirigidas por nosotros, es decir, el supuesto jefe contrarrevolucionario era en realidad un agente de la seguridad cubana. Fue tanta la penetración nuestra que optaron por empezar a buscar agentes individuales con enlaces directos con la CIA.

Posteriormente vino la asesoría soviética. Escuelas de preparación, medios, ayuda técnica y calificada, y esto contribuyó al perfeccionamiento de nuestro trabajo, pero al menos desde el punto de vista de inteligencia y contrainteligencia nosotros teníamos un camino bastante adelantado.

Una última pregunta, ¿se atrevería a enumerar las claves del éxito revolucionario en aquellos años?

En primer lugar la capacidad ilimitada de los grandes líderes, sobre todo Fidel. Su papel de estratega resultó siempre determinante para adelantarse a los planes enemigos. No hubo una operación importante, operativa y política, donde no estuviesen Fidel y Raúl. Ellos siempre insistían y se preocupaban porque no se maltratara a ningún un prisionero, porque al enemigo había que tratarlo con respeto y con educación. Y nosotros, poco a poco, fuimos aprendiendo de esa ética.

En segundo lugar, y tan importante como el primero, está el papel del pueblo en cada una de las batallas y en cada una de las acciones. El clima que existía en el país era muy favorable. Todos estaban contagiados con los aires revolucionarios. Pero era el pueblo quien nos llamaba para que hiciéramos las detenciones, los que servían de enlaces, de agentes, de informantes. Hombres y mujeres que integraron las milicias, que dieron su vida en Playa Girón. Por eso cuando se habla de la fuerza del pueblo, no es retórica, es la pura verdad. El pueblo cubano ha sido la clave de éxito fundamental en esta eterna batalla por preservar el socialismo.

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