Contrapunteo

De capitán a presidente

31 oct. 2018
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Hace tres semanas, después de la primera vuelta electoral en Brasil, comentábamos aquí en Contexto Latinoamericano, algunas de las razones por las cuales se había impuesto Jair Bolsonaro como favorito y a todas luces apuntaba a una victoria certera que obtuvo el domingo 28 de octubre con casi 10 puntos porcentuales de diferencia. Hoy, más allá de buscar los por qué, que siguen siendo los mismos aunque a los de más cultura política les cueste aceptar, analicemos indicativos de lo que puede ser su gestión y para comenzar, un dato que se interpreta por sí solo: Bolsonaro está deslizando ya los nombres que conformaran su gabinete y sobresale un conocidísimo, Sergio Moros, como probable Ministro de Justicia o Miembro del Supremo Tribunal Federal, dice el presidente electo «si hay una vacante para ello». Moros, para el que no lo recuerde, fue el protagonista de la trama Lava Jato, el juez que se ensañó con Luis Ignacio Lula Da Silva e hizo de todo para ponerle las esposas y mandarlo tras las rejas. En otras palabras, sin el trabajo judicial de Moros, lo más seguro es que el excapitán de la policía no hubiese llegado a Jefe de Estado, pues Lula era el único candidato que podría haberse salvado de la mala imagen que el progresismo y el Partido de los Trabajadores han dejado en todo Brasil, ya bien por sus errores, ya bien por la campaña sucia que se erigió en su contra.

Si con el tren ministerial seguimos, resalta que su primer nombramiento ha sido el de economía y claro que para el puesto, un ultraliberal, Paulo Guedes, en total coherencia con su línea de servir casi que exclusivamente a este sector, el de la clase media y alta, el del empresariado, los que mueven la moneda dura y sirven para relanzar los índices macroeconómicos, que al fin y al cabo, en los informes y estadísticas dicen mucho y hasta en positivo de una gestión, y hasta los pobres se ponen contentos cuando alguien les habla de crecimiento económico y prosperidad aunque su mesa y sus bolsillos sigan vacíos. Ah! Y ya anunció que va a imitar la iniciativa macrista de reducción de instituciones públicas y ministerios. Menos funcionarios a pagar, en su clara intención de reducir el peso del Estado y apostarle a la privatización de todo, o casi todo, sin medir consecuencias. Esto sí es contrario a su pregonado nacionalismo y se acerca más a la estrategia del golpista Michel Temer de vender Brasil a trozos a cambio de jugosas tajadas.

El gobierno será una especie de cúpula militar pues de segundo al mando habrá un general retirado del ejército, Hamilton Mourão. Si le adicionamos la nostalgia por el pasado dictatorial expresada en campaña por el mandatario electo, con aquella frase desafortunada: «El error de la dictadura fue torturar y no matar», así como su defensa del porte de armas, pues pronto podría no ser Río de Janeiro la única ciudad intervenida por uniformados.

De su postura sobre las minorías, no hay mucho más que agregar por ahora. Los calificativos peyorativos —misógino, racista, xenófobo, homofóbico, violento, fascista— los escucharemos más de una vez y esas mujeres, afrobrasileños, personas sexo diversas, que le votaron, a pesar de comentarios que bien valdrían el desprecio total por el nuevo presidente, tendrán chance de lamentarse por depositar un voto de confianza en aras de ese cambio que la gente busca desesperadamente pero que otros gobernantes de similar línea han demostrado que no siempre es para beneficio de mayorías o en función de un mejor país.

Por lo pronto, Bolsonaro ya muestra su total simpatía por su alter ego y mentor, Donald Trump, y lo imita al estilo «Brasil primero». Otros extremistas europeos también le han hecho llegar galanterías a Bolsonaro, tal es el caso de la francesa Marine Le Pen, líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional —antiguo Frente Nacional— y el italino Matteo Salvini, Vicepresidente y Ministro del Interior, así como cabeza de otra formación de ultraderecha Liga Norte. Así que «dime con quién andas y te diré quién eres».

El primero de enero de 2019, cuando asuma formalmente como presidente de la República Federativa de Brasil, este personaje que se considera el mesías del gigante sudamericano —y no solo por tener Messias de segundo nombre— ya no tendremos solo un Trump excéntrico en la región. Se podrán a prueba las supuestas ventajas que de tal hombre de mano dura, presunta sinceridad política, imagen impoluta desligada de la corrupción, han pesado a la hora de elegirlo y enterrar el legado del PT, convertido en el chivo expiatorio, el que ha cargado a fuerza de convencimiento popular y guerra de «fake news» con ser el responsable y causante de todos los males que azotan a los brasileños.

 

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