Proposiciones

Carmen Castillo, una revolucionaria de todos los tiempos (3ra. parte y final)

22 jun. 2020
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Cine y militancia

No tenemos idea cómo fue el encuentro entre Carmen y Pierre Devert, director y productor de cine francés, quien se convertiría en el padre de sus hijos, Diego y Tomás. Lo que sí sabemos es que fue Pierre quien la acercó al cine documental al invitarla a participar del proyecto cinematográfico Los muros de Santiago. Sin embargo, será su amiga Sylvie Blum quien la acompañará en su proceso formativo y con ella irá a codirigir su primera película: Estado de Guerra en Nicaragua. Carmen contará que “fuimos con Sylvie a intentar ver cómo se generaba la imagen dominante que pasaba en las televisiones americana y francesa sobre una guerra invisible, que era la contrarrevolución en Nicaragua”[1].  

A principios de los 80 el proceso sandinista en Nicaragua y las guerrillas centroamericanas revitalizaron el compromiso revolucionario en América Latina, pero mientras más avanzaba la década, comenzaba a sentirse entre las militancias críticas el rocío del viento de contrarrevolución mundial. Muchos vieron la oportunidad de arrancar de la derrota. Carmen, no, a contrapelo de la incertidumbre, reafirmó su compromiso con las y los vencidos y su historia y encontró en el cine –es correcto decir asimismo que el cine la encontró a ella– un camino de ruptura y continuidad con el quehacer revolucionario.    

Carmen halló en el oficio de hacer películas un “nosotros” palpable. La escritura, aunque siempre es un ejercicio dialógico, desde el frente de la memoria –sobre todo con los que ya no están–, siempre está impregnada de la soledad y su desgarrador silencio inspirador. El cine es todo lo contrario, o como dirá Carmen “[es] un encuentro con lo colectivo”, declarando que “la riqueza que me aporta [el trabajo colectivo] me permite bifurcar, encontrar, pensar, durante el tiempo de preparación y de rodaje, cosas que es imposible que hubiera encontrado sola”[2]. Es como si para ella rodar fuera un reencuentro con la porfía del ser militante. ¿Una nueva forma de militar?   

Cuba en debate[3] es una de las últimas películas de Carmen, donde se sumerge en la realidad y desafíos actuales del pueblo cubano tras la partida de Fidel Castro. Conversando con la joven documentalista cubana Carla Valdés León, asistente de dirección de este documental, ella nos dirá que “una de las cosas que me quedan de trabajar con Carmen y su cine es como ella ha sabido poner la piel, los sueños, los compromisos, no como personaje, sino como esencia misma de sus películas, es decir, su cine es como un viacrucis donde ella va pasando con sus miedos y esperanzas, pero sobre todo, con sus compromisos militante”. Carla nos recalcará que si bien el cine de Carmen parte de ella misma, este termina diluyéndose siempre en lo colectivo, cuestión esencial del cine militante y comprometido[4].

“La batalla por la memoria” –para Carmen– “es la batalla por visibilizar los invisibles”[5] ¿Los invisibles del ayer? También los del tiempo presente, y en la construcción cinematográfica eso se traduce en una lucha contra la hegemonía de la banalización televisiva. Carmen conoce muy bien a Gramsci y la apuesta contrahegemónica, por ello no es de extrañar que se vincule y se sienta parte de la “Escuela Popular de Cine”, proyecto comunitario instalado en La Pintana. Es ahí, en la comuna más estigmatizada y marginalizada del país, en el corazón del campo popular chileno (y el llamado a construir poder popular), donde contribuye a la construcción de una alternativa de las y los subalternos. En la Escuela “cada película en proceso cuenta crudamente una realidad que nunca vemos en la televisión”, dirá, y “me sorprende siempre cómo allí emerge cristalinamente la legitimidad de las luchas que dimos en el pasado”[6] ¡Qué melancolía más subversiva la de Carmen!

Posiblemente la última intervención de Carmen –la militante del cine– fue en el marco del XXIV Festival de Cine Social y Antisocial (FECISO), el 14 de diciembre de 2019, donde al dirigirse a los jóvenes cineastas que se encontraban registrando la revuelta social chilena, les dijo: “Ya nada será como ayer y todo lo que vendrá va a depender de nosotros. De nuestra capacidad de organizarnos, de hacer realidad los sueños y de comprobar intentando un camino. Entender, comprender, dialogar, discutir, debatir, liberar la palabra…”[7].

Por último, hay algo que marca el cine de Carmen y que no lo podemos dejar pasar. En su documental Inca de Oro[8], que es el nombre de un perdido pueblo minero en medio del desierto de Atacama, uno se pregunta sobre su cine político: ¿cuál es el objetivo de filmar un lugar que se apaga ante la nostalgia de un pasado pujante de riquezas? Allí, en el entrecruce de dos mundos, entre el extractivismo transnacional que avanza y el oficio pirquinero que resiste, pensamos que Carmen encuentra una idea de “comunidad” que la debe remontar a su padre y al latir de la militancia revolucionaria. Esta búsqueda de nuevos saberes comunitarios, la lleva a recorrer desde el Río Bravo al Río Biobío, entre territorio zapatista y mapuche, cruzando el campo liberado de los Sin Tierra en Brasil y trepando el Altiplano indígena boliviano; terrenos insolentes, que se palpan en varias de sus películas.      

 

Traidores y conversos

En el documental Hoy y no mañana (2018), dirigido por Josefina Larraín –donde Carmen Castillo participó como “asesora de guión”– nos remonta al olvidado papel que tuvieron las mujeres en la lucha contra la tiranía de Pinochet. La primera protagonista en aparecer en esta película no podía ser otra que doña Mónica, a quien se le muestra en una grabación abogando y presionando a la dictadura por el retorno de su hija después de un largo exilio de 13 años. Y así volvió Carmen un invierno de 1987, y las imágenes de su aterrizaje en Chile y el emotivo rencuentro con su familia quedaron inmortalizadas por las cámaras de televisión. Si bien este primer regreso fue un salvoconducto de 15 días para ver a su padre que se encontraba enfermo, estuvo cargado de simbolismo político, pues este permiso se le arrebató al tirano gracias a una activa campaña de solidaridad.     

Con el regreso a la “democracia” chilena en 1990, Carmen comenzó a ir y venir de París a Santiago, sin embargo, confesará que en sus retornos “solo veo militares y traidores y la resignación de la gente que pasa. El asco me atraganta”[9]. Lejos, muy lejos se había ido la tierra que la vio nacer, soñar y luchar. Ya no era su país, nada se encontraba en su lugar y la amnesia había suplantado al porvenir. Pero en cada reencuentro la fuerza de la melancolía la envuelve, y si bien dirá “primero quisiera matar a los criminales, ignorar a los renegados”, su eterno compromiso con la transformación del mundo la hace pensar en “que el viento sople, arrase con los miedos y levante los deseos de cambio (una vez más los jóvenes, los indios, los pobres)”[10].

En 1993 Carmen regresa, cámara en mano, con una idea clara: reconstruir el hilo represivo que concatenó aquel fatídico 5 de octubre de 1974. De esta forma surge su reconocido y premiado documental La Flaca Alejandra. Vidas y muertes de una mujer[11], que se centra en la historia de Marcia Merino, exmilitante del MIR hasta el día que se convirtió en colaboradora de la policía secreta de Pinochet. Mucho se ha escrito y dicho de esta obra en cuanto a la Flaca Alejandra como “leyenda, el símbolo de la traición”, no obstante, creo que la película nos lleva a otra dimensión que nos ayuda a delinear la semblanza rebelde de Carmen. Obstinada, a lo largo del documental busca conversar con el coronel Miguel Krassnoff (quien lideró el operativo militar del 5 de octubre y se autoreivindica como el hombre que asesinó a Miguel), a pesar que por esos días no dejaba de recibir amenazas e insultos “anónimos”. Insistió en enfrentarse cara a cara con Krassnoff, cerebro operativo de la represión dictatorial, que para esa fecha aún se encontraba en el alto poder militar como jefe superior del Ejército en el sur de Chile. Vaya “democracia” la chilena. Con plena impunidad, el “valiente soldado” que administró la salvaje maquinaria del exterminio no se atrevió a tal encuentro.

El tiempo “vacío y homogéneo” que se impuso en los años 90, con la globalización neoliberal, bifurcó en el amanecer de 1994 en el sureste de México al alzarse en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Su carismático portavoz, el Subcomandante Insurgente Marcos, atrapó las miradas y esperanzas del mundo subalterno. Evadiendo a traidores y conversos en Chile, Carmen se sintió llamada por el grito de dignidad de las y los zapatistas que volvieron a sublevar las viejas palabras de “justicia, libertad y democracia”. Partió a Chiapas a encontrarse y dialogar con su líder, surgiendo de este encuentro la película La verdadera historia del Subcomandante Marcos[12], que creemos es el material audiovisual más clarificador que existe de la historia de los orígenes de EZLN. Si bien Carmen nunca ha compartido el imaginario zapatista impuesto desde afuera de “cambiar el mundo sin tomarse el poder”, posiblemente su vinculación con esta organización que llamó a re-imaginarlo todo fue más estrecha de lo que conocemos. ¿Adhirió/militó en este proyecto?

Seguimos en los claroscuros 90, y Pinochet ya había entregado la banda presidencial no así el poder y la jefatura máxima del Ejército. Peor aún, su espuria Constitución seguía (sigue, pero está por caer) rigiendo la vida de las y los chilenos. Los “valientes soldados”, torturadores, violadores y asesinos caminaban al ritmo de la impunidad de una “democracia” que había pactado olvidar. Un sociólogo de moda en aquel tiempo, escribió que en la transición el olvido fue la etapa superior del consenso[13].

 ¿Consenso? Y ahí vienen los traidores. Viejos compañeros que pactaron con los militares el regreso a la “democracia”, a cambio de cambiarlo todo para que nada cambiara. De afinar lo que el martiniqués Aimé Césaire llamó la “máquina del olvido”. Olvidar a nuestros muertos y sus sueños, al precio de escalar en las esferas del poder hasta volverse lacayos del todopoderoso empresariado. En una entrevista Carmen dirá: “cuando tomo la palabra trato de hacerlo desde mis mundos. Allí es inimaginable que alguno de nosotros vaya a pedirle plata a un empresario. No hay relación entre el mundo popular, los colectivos que allí se organizan y trabajan, con el mundo de los de arriba, los del poder económico”[14]. A estos inescrupulosos sin memoria doña Mónica en su hermoso libro ¡Háganme callar![15], los bautizó como los conversos.

El ángel de las barricadas

2019, y es octubre. Como todos los años, Carmen organiza sus compromisos laborales, políticos y familiares en París, para regresar a Santiago. Son días donde se cristaliza la memoria. Siempre vuelve en silencio a la casa azul de calle Santa Fe. Los autoproclamados “legatarios” de Miguel, diseminados por la derrota y el sectarismo, organizan actividades –rituales en su nombre que compiten entre sí– y, de tanto “armar al héroe” (cosificarlo), terminan desarmando su pensamiento revolucionario. Cuánta razón tiene el amigo de Carmen, el filósofo cubano Félix Valdés, cuando dice que “silenciamos también cuando banalizamos, trivializamos y vaciamos de contenido exacto el pasado”[16]. Todos los grupos quieren contar con su presencia, como si su palabra fuera la única legítima en medio del derrotero de desconfianzas de una organización que se destripó por dentro. Asiste a las actividades que puede, y siempre intenta dejar un mensaje que contribuya en clave estratégica a las luchas del pueblo.

El sábado 5 de octubre, justo a 45 años de la caída en combate de Miguel, se presentó el texto El libro nuestro de Miguel[17]. Esta actividad se realizó en Villa Grimaldi, otrora centro clandestino de tortura de la dictadura chilena. Allí Carmen, cargando con el peso de sus compañeros y compañeras desaparecidos en ese lugar, hizo alusión al “ángel de las barricadas”, que es un reapropiación crítica, de su amigo el filósofo argentino Diego Taitán, de la idea del “ángel de la historia” de Walter Benjamín. Citando a Taitán dirá:

El ángel de la barricada es diferente del ángel de la historia: no tiene su rostro vuelto hacia el pasado, ni las alas desplegadas por la tempestad del progreso, ni la expresión desencajada por la ruina y por la muerte que se acumulan a sus pies. El ángel de la barricada revoca las soledades que la adversidad destina a los rebeldes –aunque tal vez no su vida breve– y establece una comunidad ubicua entre los vivos, los muertos y los no nacidos”[18].

El “ángel de la barricada” para Carmen es un reencuentro con la fraternidad, que acoge con rebeldía al campo popular y a los militantes que no han dejado de luchar a pesar de las hostiles penumbras que ha impuesto la larga noche neoliberal. Evoca esperanza en la derrota, para convertirla en sabiduría de la acción. Reivindica el derecho a la unidad y a disentir en la otredad, con la misma fuerza que convoca a reinventar los caminos del socialismo[19]. Como buena benjaminiana, sus ideas se sostienen en la confianza disruptiva de la falsa linealidad del progreso y en la fe irrestricta que en el estallido de la historia las y los subalternos decidan bifurcar y romper con el orden dominante. Quienes estaban en Villa Grimaldi ese 5 de octubre, la quieren, respetan y le creen, pero posiblemente después de 17 años de dictadura y 30 años de consenso neoliberal les costó enfocar el trastocado horizonte de la emancipación. ¡A quién no!

El 18 de octubre de 2019 en Chile estalló el continuum de la historia. Si bien hace días las y los estudiantes secundarios lo venían prologando, la ruptura con la violenta “normalidad” neoliberal llegó al compás de las revoluciones: de sopetón. La pólvora ya se encontraba seca.  Al llegar la noche, en cada esquina las barricadas comenzaron a iluminar un camino de insolencia social y popular que se convirtió en una revuelta en nombre del pueblo y su dignidad. A pesar de la brutal represión, el derecho a la sublevación se instaló como una comunidad que insubordinó al tiempo y el espacio. La poesía se hizo multitud. Las murallas no han dejado de hablar y la principal consigna del movimiento ha sido: “Que la dignidad se haga costumbre”. Aunque pocos lo saben, es el título de una canción dedicada por el cantautor popular Patricio Manns a Bautista van Schouwen. ¿Qué pensará Carmen del regreso de su gran amigo Bauchi?

“Me he deslizado entonces, día tras día, de un lugar a otro, junto a la gente, rodeada de jóvenes, ocupando las calles, las plazas…”[20], dirá en una entrevista Carmen. La noche de año nuevo se llamó a una gran concentración en “Plaza de la Dignidad”. Entre la música jolgoriosa y el calor de las barricadas, se le vio caminar. Viejos compañeros la reconocieron, mientras que la amplia rebelde juventud la acogía como una más. Es una militante de la revuelta. Su preocupación está en el futuro que es hoy, sobre todo en el despliegue de las asambleas populares y ciudadanas autoconvocadas (poder popular).  

La historia de la revuelta –a pesar de la crisis sanitaria en curso– se sigue escribiendo al pulso de la construcción de la ciudad futura, pero también bajo el permanente garrote represivo que hoy contabiliza 34 muertos y más de dos mil 500 presos políticos. Una joven que lleva más de cuatro meses prisionera, Paula Cisternas, en una carta de su puño y letra desde la “Cárcel Santiago 1”, escribió: “de verdad que necesito que se haga mucha presión desde afuera para poder recuperar pronto nuestra libertad”[21]. Estremecida por su clamor de libertad, Carmen no tardó en contestarle: “Me inclino agradecida ante tu presencia activa y alegre, digna y grave, en los inicios de nuestra rebelión. El octubre chileno, la comunidad de los sin comunidad, permanece y continúa inventando caminos en este presente sombrío. Tu ser frágil resiste, tu cuerpo adolorido emite un gemido y nuestra ira crece y crece ante tanta crueldad”. Y se despide con un “hasta pronto en la Plaza Dignidad, querida Paula”[22].

75 años cumple Carmen, y ya no están muchos de las y los compañeros que la han escoltado en su transitar rebelde. Algunos partieron hace bastantes años, como Miguel, Bauchi y tantos otros que lucharon sin cuartel por la revolución latinoamericana. El 2013 se fue el amor de toda su vida, don Fernando, su padre. Sus amigos franceses Delueze, Guattari y Bensaïd tampoco están. La lista es interminable y las llagas de las pérdidas se siguen acumulando. En este enero, doña Mónica se despidió del mundo con un parche en el ojo, en homenaje a las víctimas oculares de la revuelta chilena en curso. La misa íntima de despedida estuvo a cargo del cura obrero Mariano Puga, quien hacía poco había dicho: “el pueblo tiene derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido”. Él también partió.   

Hoy Carmen se queda acompañada de la razón histórica, es decir, la historia le dio la razón en días donde la lucha del pueblo nuevamente se volvió costumbre; pues, nunca se separó del lado correcto de la historia, aunque su militancia en la vereda de las y los vencidos la arrastró a caminar por un desierto arenoso donde no llegaban las prebendas de los todopoderosos. Esto la convierte en una “imprescindible”, a juicio de Bertolt Brecht, y que nosotros llamamos “una revolucionaria de todos los tiempos”. Una revolucionaria que hoy representa la fusión de la temporalidad histórica, la revuelta dialéctica entre el pasado, presente y, principalmente, la apuesta por un futuro socialista y libertario.



[1] Castillo, Carmen, “Ahí vamos”, entrevista con Miguel Carmona y Nicolás Slachevsky, Revista CARCAJ, 20 de agosto de 2016. 

[2] Ibídem.

[3] Castillo, Carmen, “Cuba en debate”, 2017. Ver: https://vimeo.com/217039114

[4] Valdés León, Carla, conversación telefónica, abril de 2020.

[5] Ibíd.

[6] Castillo, Carmen, entrevista con Alejandra Carmona López, El Mostrador, 21 de septiembre de 2016.

[7] Castillo, Carmen, Palabras en el Festival de Cine Social y Antisocial (FECISO), 14 de diciembre de 2019. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=3JW2X6Sq9OI

[8] Castillo, Carmen y Sylvie Blum, “Inca de Oro”, 1996. Ver: https://vimeo.com/215365038

[9] Frase pronunciada en el documental “Calle Santa Fe”.  

[10] Echeverría, Mónica y Carmen Castillo, “Santiago – París. El vuelo de la memoria”, Santiago: Editorial LOM, 2002, p. 10. 

[11] Castillo, Carmen y Guy Girard, “La Flaca Alejandra. Vidas y muertes de una mujer”, 1993. Ver: https://vimeo.com/215707959

[12] Castillo, Carmen, “La verdadera historia del Subcomandante Marcos”, 1995. Ver: https://vimeo.com/217107692

[13] Moulián, Tomás, “Chile actual: anatomía de un mito”, Santiago: LOM Ediciones, 1997.

[14] Castillo, Carmen, entrevista con Alejandra Carmona López, El Mostrador, 21 de septiembre de 2016.

[15] Echeverría, Mónica, “Háganme callar!”, Santiago: Ceibo Ediciones, 2016.

[16] Valdés, Félix, “El ángel de la revolución caribeña y latinoamericana”, Buenos Aires: CLACSO, 2019, p.79.

[17] “El libro nuestro de Miguel” es un libro colectivo editado por la Editorial La Estaca. Carmen contribuyó con un artículo.  

[18] El texto de Diego Taitán, “El ángel de la barricada. Apunte sobre la memoria de las rebeliones” se puede consultar en la página web www.revistaharoldo.com.ar  

[19] Para una interpretación directa de su discurso, ver: https://www.youtube.com/watch?v=Kv2D6BogChw

[20] Castillo, Carmen, “El tiempo de la igualdad es el presente”, entrevista con Evelyn Erlij y Jennifer Abate, Palabra Púbica, Universidad de Chile, noviembre de 2019.

[21] Esta carta es de abril de 2020. Puede ser encontrada en varias páginas de internet.

[22] Castillo, Carmen, “Carta a Paula Cisterna, presa política en Chile”, abril de 2020.

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