Contrapunteo

América Latina: Covid-19, recesión 2020 y elecciones 2021

28 dic. 2020
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Si algo dejó como lección el pandémico 2020, es que incluso la política tiene que necesariamente supeditarse a la eufemística «nueva normalidad» —que de normal no tiene nada— donde quien marca el rumbo, desbarata planes, condiciona economías, dicta políticas e impone agenda, no es el político más importante o poderoso, ni siquiera el selecto grupo de los más ricos, sino un minúsculo pero muy infeccioso y mortal virus.
Es por ello que, lo que tradicionalmente se proyecta en materia calendario electoral para evaluar el posible rumbo de las naciones, en especial, las de influencia regional o global, se vuelve difícil de hacer de cara al 2021. Una cosa es lo que está previsto y otra lo que realmente se cumpla en el tiempo y forma pautados. Con esa inestabilidad, de suspensión en prórroga, transcurrió el caótico primer año de la Covid-19, que no él único para infortunio de todos.
Aun así, vale establecer una línea de eventos decisorios en materia de estabilidad política para América Latina, una de las áreas donde la enfermedad acentuó con más crueldad las inequidades preexistentes. La región se comportó como mismo los pacientes contagiados: mientras más patologías de base tiene una persona, mucho más se ensaña el virus con ella. Y Latinoamérica ha sido como esa mujer madura con muchos achaques, o como se diría de forma más exacta en el lenguaje médico, comorbilidades, a la que la Covid la ha enfermado de gravedad.
Tendremos entonces por delante, previsiblemente, comicios que tendrán que sortear la baja afluencia de votantes siempre que persista el temor al contagio, y siempre que no se valoren mecanismos online, tan de moda por la fuerza de la emergencia sanitaria. Eso, si no se tienen que reprogramar por algún pico pandémico fuera de control.
La primera gran cita en urnas la tiene Ecuador, una de los estados más golpeados y peor gestionados cuando de propagación de coronavirus se trata. Y serán elecciones generales, que incluyen optar por el binomio presidencial que relevará a un nefasto y camaleónico Lenín Moreno y su segundo tantas veces cambiado —cuatro vicepresidentes en 4 años de gobierno— así como también los asientos de la asamblea unicameral.
En esto de elegir presidente, Perú ocupa el segundo puesto del año, reservando su consulta para abril. Sin embargo, es un país que ha atravesado un caos institucional de grandes proporciones, que ya se extiende demasiado en el tiempo, donde la credibilidad de la élite política está enterrada, donde los escándalos por corrupción son más ordinarios y cotidianos que beber agua y salpican a todos los empoderados. Por lo que estas votaciones decidirán si habrá un cambio de fondo o más de lo mismo enmascarado en mecanismos democráticos. De lo contrario, seguirá la tendencia de presidentes interinos efímeros.
Para el último trimestre del año, está fijado que Chile también renueve a Sebastián Piñera, el gobernante que se turna el puesto con Lenín Moreno de peor evaluado en el hemisferio, al que le ha estallado en sus narices un descontento social imposible de frenar que logró lo impensable, decirle no más a la constitución pinochetista que había querido perpetuarse. Para los chilenos, 2021 es definitorio más que para ningún otro. No es solo cambiar al multimillonario indolente que les oprime desde el Palacio de la Moneda, es ponerle todos los sentidos y empeño al proceso constituyentista, que transcurrirá en los venideros 12 meses y que podrá nuevas y necesarias reglas al juego político, económico y social.
Y pegadas a las elecciones chilenas, estarán las hondureñas, donde se revivirá de alguna manera el golpe de 2009, que destronó a Manuel Zelaya, porque su esposa y excandidata presidencial Xiomara Castro volverá al ruedo en un segundo intento por recuperar las riendas progresistas de la nación centroamericana. Su partido, Libertad y Refundación, buscará más que todo devolverle un mínimo de dignidad a la política después que el actual gobernante, Juan Orlando Hernández se robara la última elección para agenciarse un segundo mandato con la venia de la OEA y Washington.
A la par de las presidenciales, habrá legislativas y regionales que no pueden minimizarse por su impacto en el equilibrio de poderes. Son los casos de El Salvador, Bolivia, México y Argentina, por ese orden de ocurrencia.
Los salvadoreños, por ejemplo, deberán decidir si dan su respaldo a los candidatos del partido oficialista actualmente en desventaja dentro del Congreso. Hay que recordar que el ejecutivo encarado por Nayib Bukele y el parlamento han tenido un 2020 de discrepancias y enfrentamientos abiertos, que tuvo su momento más crítico cuando Bukele irrumpió en el palacio legislativo en tono amenazante con la cúpula militar. El mandatario millennial, al que lo mismo se le acusa de autoritario como de populista, con posiciones que se pasean por toda la balanza ideológica, ha logrado mantener su imagen intacta a lo interno del país y ello pudiera favorecer a sus correligionarios en los venideros comicios.
En Bolivia, el Movimiento al Socialismo volvió a la escena política en grande, dominando el gobierno y la Asamblea y ahora en 2021 va a por las gobernaciones y alcaldías en manos de la oposición y tratar de superar los resultados de las subnacionales de 2015 en las que, a pesar de también imponerse por mayoría, tuvieron sensibles derrotas en puestos claves.
Si bien la Covid no discriminó signo político alguno, para los gobiernos progresistas de México y Argentina representó un freno mayor, al atar de manos a sus líderes e impedirles desplegar su agenda de cambio. Andrés Manuel López Obrador tuvo al menos un año inicial para adelantar algunas de las medidas de su prometida Cuarta Transformación, pero Alberto Fernández ha podido hacer muy poco, cuando más impulsar algunas iniciativas en lo social en el Congreso como la ley del aborto, pero casi nada en lo económico para revertir el empobrecimiento que dejó la gestión macrista.
Además del abstencionismo que pudiera aumentar considerablemente en todos los escenarios, estará muy presente el voto castigo, ese que condena la administración de turno, pero cuyo enojo no lo deja a veces pensar y elegir con suficiente madurez, por lo que se decanta por cualquier alternativa que adorne el discurso.
El contexto económico vendrá a complejizar cada cita democrática. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, ha fijado la contracción regional en un 7,7% y ha catalogado el momento de crisis como el peor en la última centuria. Para el próximo año, la proyección de crecimiento es de un 3,7%, sin embargo, esa cifra solo permitiría recuperar, de acuerdo con el organismo, un 44% de las pérdidas del PIB latinoamericano durante el período de pandemia. Covid-19 y recesión económica, una conjunción letal para todo proceso en la región en el venidero 2021.

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