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A Cuba no se le puede dejar sola

21 ene. 2019
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Comencé en la política a los 14 años por cuestiones de mi familia, que era de procedencia  proletaria y vivía en un barrio chileno inmerso en la religión. Incluso, mi madre tenía la idea de que yo fuese cura. Ella era católica, pero muy leal a su clase, de origen mapuche.

En 1959 escuché por primera vez la palabra Cuba. Así comienza mi formación política. Nos enteramos de su reforma agraria, de su proceso de alfabetización, incluso nosotros empezamos a alfabetizar en nuestros barrios y en los campos.

Luego me incorporo al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que se había fundado en 1965. Empiezo a estudiar y a analizar la política nacional y cómo se comporta la correlación de fuerzas en América Latina. Cuba crecía como revolución, se desarrolla la guerra de liberación en Bolivia, y hay compañeros que comienzan a urgir algún método para poder integrarse a esa guerrilla; incluso algunos lo hacen de manera individual, como Elmo Catalán, que muere en Bolivia.

Hay un momento entonces de efervescencia electoral, Salvador Allende se postula a la presidencia. Sin embargo, el MIR tiene una visión totalmente diferente a la de Allende; estábamos más cerca de Cuba. Muchos de nuestros compañeros, tanto del Comité Central, como Regional y algunos militantes viajan a Cuba. Es entonces que el Partido Comunista cubano entabla relaciones con el MIR, una relación entrañable, similar a la que en el plano personal uniría a Fidel Castro con nuestro dirigente Miguel Enríquez.

Miguel sostenía la tesis de una revolución hecha con las armas y Allende tenía una tesis totalmente opuesta: la creación de un sistema social más justo, pero con respeto a la constitución y toda una línea burguesa del control del gobierno. Más allá de esas contradicciones, cuando Allende triunfa, el MIR le presta todo su apoyo. De hecho, es el MIR el que provee todo lo que fue el grupo Amigos del Presidente, que era la seguridad personal de Allende. Obviamente, nosotros como MIR, nos distanciamos de las operaciones clandestinas, de instrucción militar o de carácter operativo —recaudación de fondos, asalto de bancos, etc.— que teníamos en el país.

Desde el punto de vista político, comenzamos a buscar la mayor integración posible. Observábamos mucho a Cuba, cómo el Partido se iba integrando en las masas, cómo el Partido se vestía de uniforme verde olivo y su pueblo también se vestía de verde olivo. Era una relación que para nosotros era muy interesante desde el punto de vista ideológico. Por eso, desde antes del período de Unidad Popular, fuimos creando los frentes de estudiantes revolucionarios, de trabajadores, de campesinos, de profesores.

La izquierda chilena no creía que fuera posible un golpe militar en Chile, las fuerzas armadas eran constitucionalistas, el MIR llamaba a la clase trabajadora a organizarse para resistir.

Mientras, nuestra relación con Cuba se fue incrementando y muchos compañeros se prepararon en distintas materias educacionales, profesionales y militares. Durante los tres años de gobierno de Allende estuvimos en las calles chilenas defendiendo las conquistas y pidiendo radicalizar el momento histórico.

Septiembre de 1973

Cuando ocurre el segundo golpe de Estado el 11 de septiembre —hubo uno primero en junio, «el tancaso», guiado por oficiales del Ejército y que fue planteado por la  CIA como el preámbulo—, se da una situación muy difícil de controlar. El MIR tenía conocimiento del golpe —información que se le traspasó a Allende, porque nosotros teníamos células del MIR dentro del Ejército, de la Marina, y de la Aviación—; teníamos información de primera mano y pudimos habernos integrado como masa en un movimiento militar.

En ese momento yo estaba al sur de Chile, a 1 200 kilómetros al sur de Santiago, en una población muy reaccionaria, pequeña, con unos 140 mil habitantes. Allí el movimiento Patria y Libertad era fuerte y ya tenían grupos organizados, que comenzaron a reprimir al pueblo el mismo 11 de septiembre, a nivel universitario, a nivel de organizaciones de masas, la población. La ciudad fue tomada por el Ejército; se asesinó a mucha gente ese primer día.

Nosotros logramos salir de la zona, irnos hacia la pre-cordillera, para la costa, desarmados. Allí tal vez teníamos una escopeta, un par de pistolas, pero no tenía ningún sentido el enfrentamiento con los grupos armados, a partir de la base de que no teníamos ninguna fuerza que pudiera igualar, o al menos, resistir, desde el punto de vista militar. Comenzamos a internarnos hacia la cordillera, pero se hizo un cerco táctico y tuvimos que volver a la ciudad. Cuando llegamos a tener conciencia de la situación en la que estábamos, ya habíamos perdido a varios compañeros, entre ellos a Reynaldo Rosa que era el presidente de la federación de estudiantes.

Se desarrolla un proyecto que se llamó Política de Retorno del MIR al frente, cientos aceptaron el reto por razones ideológicas, muchos de ellos fueron internacionalistas en la guerra de liberación de Nicaragua, el Salvador, Colombia.

Con las experiencias ganadas, además de la solidaridad cubana, se organizaron los destacamentos que fueron ingresando a Chile. En la cordillera se conformó entonces un destacamento, una unidad guerrillera que fue aprendiendo todos los azares de la cordillera: la nieve, el frío, el hambre, la falta de ropa seca. Esos compañeros pusieron en práctica los conocimientos adquiridos y prepararon refugios tipo vietnamitas, que eran huecos en la tierra donde cabían seis o siete compañeros, como refugios y también lugares de almacenamiento. Cuando los descubren, ya el destacamento está muy débil por la falta de alimentos y fue prácticamente aniquilado. Siete compañeros murieron allí, cuatro por delaciones de familias que vivían en la zona, tres en un enfrentamiento cuando sus fusiles se quedan sin balas.

En todo este período el MIR va decayendo, fundamentalmente por los aniquilamientos selectivos que se hacen en las ciudades donde también asesinan a trabajadores destacados, dirigentes sindicales y líderes políticos. La izquierda sufre un acoso tan grande que no hay forma de poder superarlo. Después del bombardeo a La Moneda el pueblo chileno queda, en cierta medida, sin dirección.

Será en operaciones posteriores de resistencia cuando se materializan  algunas acciones. El escape de la cárcel de alta seguridad, el rescate por aire con un helicóptero de cinco compañeros del frente Manuel Rodríguez, el ataque a la columna de Pinochet, una operación militar de grandes riesgos pero exitosa desde el punto de vista táctico, las intervenciones a la radio y la televisión, fueron momentos vitales en los que la resistencia logró retomar su paso.

La población estaba totalmente atemorizada. El terror estatal fue muy alto. Muchas personas fueron tiradas a los ríos, a los volcanes; dejó de ser un secreto la forma en que iban asesinando a los compañeros.

Muchos tuvimos que salir al exilio. No es hasta 1997 que decido quedarme definitivamente en Cuba. Por primera vez pude utilizar mi nombre verdadero y tener un pasaporte real, porque en los periodos anteriores todo tuvo que hacerse de forma clandestina.

Cuba

Conocí a Cuba cuando tenía una estrecha relación con la Unión Soviética. Eso significaba que todo lo que tú necesitabas estaba al alcance de la mano: tus vacaciones, la hotelería, la playa, el transporte público. El abastecimiento no era en grandes cantidades, pero era suficiente para mantener a una familia. El trabajo era decoroso desde el punto de vista de los salarios. Una distribución equitativa que se veía de todas formas. La solidaridad era muy importante en ese momento. Yo, por ejemplo, trabajé como voluntario en Cuba, en la construcción, justamente aquí, en San Agustín, La Lisa. El aspecto social de la sociedad cubana era algo que nosotros pensábamos era el paraíso en la Tierra. La discusión política, la organización de las masas estaba muy sólida, muy fuerte.

En 1994 vine al Primer Congreso Internacional de Solidaridad con Cuba, cuando ya la situación del país era bastante difícil. Éramos alrededor de 4 000 delegados. Allí escuchamos a Fidel, nos habló por varias horas, y vimos la necesidad de poder asentar aún más la solidaridad con Cuba. En ese momento sentí que a Cuba yo no podía dejarla sola, por lo menos desde el punto de vista personal, porque significó en mi vida muchas cosas.

Pensaba que era solidario, pero en verdad no; aprendí a serlo en Cuba. También me volví un estudioso de mi propio convencimiento ideológico, tuve que estudiar a Martí, por ejemplo, que no lo conocía; leer a Fidel, aprender de la historia de la Sierra; leer y entender a Mella; fueron muchas herramientas para poder continuar el trabajo de solidaridad desde el exterior hacia Cuba. Porque la propaganda era tan fuerte contra el socialismo y el comunismo, que era muy difícil poder trabajar de manera abierta. Se hacía entonces de manera individual, a través de los sindicatos, buscando tener más vínculos con intelectuales, creando grupos de discusión, y así fortalecer lo que era la solidaridad con Cuba.

Estos últimos 20 años, en cierta medida, me han demostrado que, en Cuba, independientemente de las condiciones económicas y del contexto internacional, aún se cree en la defensa de la independencia y la soberanía, son palabras que unen, que aglutinan.

Hoy Cuba sigue siendo un ejemplo. Nosotros recientemente le hicimos la propuesta a unas sobrinas de nosotros en Chile, para que vinieran a Cuba a estudiar medicina, y la respuesta fue —hablo de familias muy proletarias—: «¿Yo? ¿Ir a la universidad?».

En muchos países de América Latina eso es impensable. En Chile tú no puedes soñar con ir a la Universidad, porque es una utopía que no tiene sentido alguno. Es como para nosotros pensar por ejemplo, que el lunes nos vamos a ir para la Luna. No tiene sentido. Entonces no puedes pensar en llegar a ser algo diferente, que pudieras tender a tener una participación en un cambio real, aunque sea personal… Ellos, el capitalismo no puede  ofrecer educación para seguir, así mantienen a los pueblos bajo sometimiento, bajo la pobreza.  Una de las razones por las que el pueblo cubano resistió al embate del imperialismo tras la caída del campo socialista, es su altísimo nivel educativo; este es un pueblo culturalmente muy desarrollado.

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Comentarios

1 realizados
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22 ene. 2019 a la(s) 1:16 a. m.
Dania Ulloa dijo:
Juan, te felicito por tu participación, por tu cariño hacia Cuba y los cubanos, cosa q demuestras cada día.