Para iniciar la solución al complejo problema habitacional que enfrentaba la Isla en el mismo año del triunfo se dictó la ley de Rebaja de Alquileres, que trajo como resultado la reducción del gasto que estos representaban para el presupuesto familiar entre un 30-50%. Un año después, en octubre, se promulgó la Ley de Reforma Urbana, que estableció el derecho de cada familia que en esos momentos se encontrara pagando alquiler a la obtención de la propiedad. Estos pasaron a ser, a partir de la promulgación de esta disposición legal, amortizaciones cuyo monto se fijó en un 10 % del ingreso familiar.
Paralelamente, se «erradicaron» muchos asentamientos precarios y se impulsó la construcción de viviendas, 85 mil unidades entre 1959 y 1963, lo que permitió entregar nuevas viviendas a sus antiguos habitantes en comunidades o barrios diseñados y ejecutados integralmente con viviendas terminadas «llave en mano».[18]
A pesar de la implementación de estas medidas, el tema de la vivienda continuó siendo el talón de Aquiles de los programas sociales de la Revolución.
Entre las causas de esta situación, aparte de las limitaciones económicas, están los efectos adversos de varias políticas aplicadas cuyo resultado final «ha sido un creciente déficit de viviendas, porque el número construido ha sido inferior al de las derrumbadas por falta de mantenimiento, más el crecimiento de la población y la destrucción o graves daños causados por huracanes».[19]
Por otra parte, las transformaciones en el ámbito educativo fueron realmente notorias. Devinieron conquistas sociales que junto al sistema de sanidad conformado constituyen los pilares del modelo de sociedad alternativa que Cuba encarna. Es harto conocido que en la etapa prerrevolucionaria el sistema educativo cubano no cubría las necesidades de la sociedad y estaba impregnado por una alta diferenciación de clase y zonas geográficas.
Los hijos de familias con ingresos medios y altos tenían acceso a centros docentes privados, mientras que la mitad de los niños en edad escolar no asistía a la escuela primaria. La tasa de analfabetismo ascendía al 22,3% entre las edades de 10 a 49 años; el nivel promedio de escolarización entre los mayores de 15 años era de solo tres grados, y 10 mil maestros, casi la mitad de los existentes, estaban sin trabajo.
La enseñanza industrial y agropecuaria contaba con apenas 25 centros, matrículas limitadas y escasos recursos, mientras los estudios de administración y comercio se realizaban en una decena de institutos. A la enseñanza preuniversitaria de nivel medio sólo accedían minorías de jóvenes urbanos, y para la formación y superación de maestros se contaba apenas con 6 escuelas normales y 3 facultades de educación. Había 17 000 aulas, cuando debían ser 35 000.
En zonas rurales y urbanas la diferencia era notoria. El 50% de los niños en edad escolar, aproximadamente 800 000, no asistía a la escuela.
Para el curso escolar 1959-1960 la matrícula de las escuelas municipales era de 582 mil 198 alumnos, pero tan solo un curso después, 1960- 1961, ya existían 15 000 aulas nuevas en zonas rurales y la matrícula en escuelas elementales había aumentado hasta 1 118 942 alumnos.[20]
Como proyecto social, la erradicación del analfabetismo en Cuba despertaba el entusiasmo de la mayor parte de la población y por tanto constituía el primer paso de la revolución educacional que se planteaba. El 26 de septiembre de 1960 el líder máximo de la Revolución Cubana declaró ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que Cuba sería en tan solo unos meses, el primer territorio de América libre de analfabetismo. Con la mirada puesta en ese objetivo en 1961 se lleva adelante la Campaña Nacional de Alfabetización, con la participación voluntaria y masiva de 270 000 estudiantes, maestros y trabajadores en general.
La gesta se desarrolló en todo el territorio nacional y «fue de indudable justicia social hacia aquellos que no habían tenido la oportunidad de aprender a leer y a escribir, unida a la urgencia del país por elevar los conocimientos de los trabajadores para su participación en el desarrollo técnico-económico».[21]
En un año, 700 000 personas aprendieron a leer y escribir con lo que la tasa de analfabetismo disminuyó de 23,1% en1958 al 3,9% de la población total en 1961. Terminada la Campaña, se creó un plan de becas y el sistema de internados y seminternados para facilitar que todo alumno, con independencia de la situación económica de la familia y su lugar de residencia, accediera a los diferentes niveles de enseñanza.
Pero el proceso de alfabetización en Cuba no se limitó a enseñar a leer y escribir, sino que además se proponía, tal y como rezaba el himno de la campaña, llevar a toda Cuba la luz de la verdad, entendida esta última como el resultado de un proceso de culturización de las masas analfabetas.
«Al aprender a leer y escribir se aprendían, al mismo tiempo, los elementos esenciales de la historia de nuestro pueblo y de sus luchas, para hacerles comprender la esencia de las transformaciones que se venían realizando: la reforma agraria, las cooperativas agrícolas, la creación de la industria turística, de las cooperativas pesqueras y otras».[22]
El inédito triunfo de la alfabetización en Cuba sorprendió al mundo y mostró el verdadero poder de la conciencia social cuando es movilizada en aras del bien común. El informe de los funcionarios de la UNESCO enviados a la Isla en febrero de 1964 para investigar los medios utilizados en nuestro país, fue muy claro al respecto; la clave del éxito radicó, sobre todo, «en la ejecución de una campaña que supo interpretar y guiar, por una parte la aspiración del pueblo al progreso, al mejoramiento cultural, técnico y social y que supo integrar, por la otra, la educación obrera y campesina en el movimiento y desenvolvimiento económico».[23]
La propia gesta alfabetizadora sirve para ilustrar otro de los principios fundamentales en las políticas sociales de la Revolución: la inclusión social de la mujer y su igualdad de derechos con respecto a los reconocidos históricamente al hombre en la nueva sociedad. En la campaña, el 55% de los alfabetizados y el 60% de los alfabetizadores fueron mujeres. Mucho antes, a los diecinueve meses de la caída de la tiranía de Fulgencio Batista, el 23 de agosto de 1960, se había creado la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), primera de las nuevas organizaciones de masas de la Revolución y resultado de la fusión de las distintas agrupaciones femeninas revolucionarias.
La creación de la FMC supuso un gran paso en el camino de la unidad del pueblo en torno a la dirección revolucionaria, sin duda; pero también la institucionalización de un organismo que va a dedicar todos sus esfuerzos al establecimiento de mecanismos que posibilitaran, dentro del nuevo proceso puesto en marcha, la incorporación progresiva de la mujer a su verdadero espacio social.[24]
Otra conquista destacable dentro del ámbito educacional fue la Reforma Universitaria de 1962, que encarnó las demandas tradicionales del movimiento estudiantil universitario, vanguardia en la lucha de liberación nacional y por una sociedad más justa e independiente política y económicamente.
A partir del triunfo de enero, la Universidad se convirtió en centro de importantes actividades del Gobierno Revolucionario y se estableció una profunda empatía entre el Consejo Universitario (CU), la FEU y las autoridades gubernamentales. Según narra el historiador Eusebio Reyes Fernández,[25] a finales de enero de 1959, la casa de altos estudios albergaba confrontaciones violentas por razones clasistas e ideológicas, llevadas a cabo por los distintos sectores del estudiantado y estimulada por grupos de presión opuestos al nuevo gobierno. En esa confrontación el CU, a solicitud de la FEU, nombró una comisión de decanos para depurar a los profesores y empleados que habían tenido vínculos con la dictadura. «Se daba así el primer paso reformador de la época conjuntamente con otras demandas planteadas por la FEU y la Sección Estudiantil del Movimiento 26 de julio». Pero las ansias estudiantiles estaban centradas en el logro de la autonomía. A tal efecto, se crearon varios organismos universitarios para la estructuración, organización e instrumentación integral de una reforma que respondiese a los intereses de la FEU, el CU y el gobierno revolucionario.
Para enero de 1962 ya estaban creadas las condiciones y definidos los aspectos que contendría la Reforma, que al igual que su antecesora de 1922 tenía un marcado carácter político, solo que ya ese componente político no se manifestaba desde el enfrentamiento a la estructura de poder, sino como una fuerza más del gobierno revolucionario. «Por primera vez en la historia de la institución, el movimiento estudiantil y la Reforma Universitaria expresaban los intereses del gobierno y viceversa».[26]
La nueva ley fue más allá de los predios universitarios e impactó en la vida educacional, social, económica, política y cultural del país. Se logró no sólo la tan ansiada autonomía por la que tanto habían luchado los estudiantes, sino que también unificó y consolidó el sistema de educación superior nacional.
En su artículo IV, se respaldaba jurídicamente la participación de los estudiantes en la dirección de la institución: «La Universidad de La Habana será gobernada por sus profesores y alumnos, bajo la responsabilidad de los mismos y por medio de las autoridades y organismos que determinen los estatutos».
Otros planteamientos establecían el encargo social de la universidad como parte del sistema nacional de educación, de suministrar la enseñanza superior a sus alumnos y extenderla en lo posible hacia todo el pueblo. Además le asignaban las tareas de realizar la investigación científica general y difundir los conocimientos y la cultura.
Junto al éxito de los programas sociales destinados a revolucionar la educación, el sector de la salud experimentó también cambios radicales. El primero de ellos fue el establecimiento de un sistema público nacional de salud integrado, inédito en la región latinoamericana por su cobertura universal y gratuita, que logró reducir drásticamente las diferencias entre el nivel de los servicios urbanos y rurales.
Rápidamente, el número de hospitales rurales se incrementó de uno a 71. Se desarrolló una campaña de inmunización contra enfermedades trasmisibles, y se entrenó masivamente a médicos y personal de salud mediante universidades públicas gratuitas y con becas de alojamiento y alimentación, para contrarrestar la emigración de cerca de la mitad de médicos en los primeros años de la Revolución.
Los esfuerzos dedicados a mejorar la salud del pueblo dieron frutos positivos. A lo largo de la Revolución, incluso en sus años más difíciles de dura crisis económica, los principales indicadores de salud se han ubicado al nivel de países desarrollados, lo cual ha constituido la principal muestra de la viabilidad y factibilidad del proyecto socialista cubano.
A la luz de estas páginas, puede resumirse que desde los inicios de su última etapa en el año 1953 con el asalto al cuartel Moncada, el proceso revolucionario cubano revitalizó la importancia del componente social en el desarrollo de la nación. Ello se manifiesta incluso desde el contenido de La historia me absolverá, futura base de la preparación de la política económica y social que implementó el joven Estado revolucionario, pues en él se incluían los aspectos fundamentales que debían transformarse para iniciar el camino al verdadero desarrollo. Los programas sociales instrumentados en la década de los sesenta tuvieron una efectividad incuestionable a pesar de las agresiones y limitaciones económicas, y las objetivas variaciones en la planificación de la estrategia de desarrollo del país.
Notas:
[18] Dania González Couret: «Medio siglo de vivienda social en Cuba», Revista Invi, Vol. 24, No. 67, pp. 69-92, Santiago de Chile, 2009.
[19] Carmelo Mesa Lago: ob. cit.
Sin embargo, la importancia medular que se le concede al tema desde 1959, más allá del primer programa revolucionario pues ha estado presente como objeto prioritario en todas las estrategias de desarrollo trazadas, es innegable. Todas las unidades que se construyen por la vía estatal, con independencia del cumplimiento o no de los planes, son financiadas centralmente y entregadas mayoritariamente en propiedad mediante una elevada subvención y a través de créditos bancarios, amortizables en 10,15 ó 20 años. De esta forma se asegura el nivel de acceso de las familias, inclusive las de menores ingresos. Rita Castiñeiras García: ob. cit.
[20] Datos tomados de José Pedro González González y Raúl Reyes Velázquez: «Desarrollo de la Educación en Cuba después del año 1959», Revista Complutense de Educación, Vol. 21, pp. 13-35, Madrid, 2010.
[21] José Pedro González González y Raúl Reyes Velázquez: ob. cit., p. 17.
[22] Carmen Gómez García: La Alfabetización en Cuba, inicio de un proceso de culturización de las masas populares, [s.a.], Disponible en la URL: http://www.achegas.net/numero/vinteetres/carmen_garcia_23.htm
[23] Juan Marinello: «Un testimonio concluyente», Revista Bohemia (Versión Web), La Habana, 1965, Disponible en la URL: http://www.bohemia.cu/centenario-bohemia-2/testimonio.html
[24] Joseba Macías: Revolución Cubana: Mujer, Género y Sociedad Civil, [s.a.], p. 9, versión PDF, Disponible en la URL: www.vientosur.info/documentos/Cuba%20%20Joseba.pdf
[25] La Reforma Universitaria de 1962, [s.a.], pp. 61- 65, versión PDF, Disponible en la URL: http://www.dialnet.unirioja.es
[26] Ibídem.
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